El afecto obsoleto I. Familia chatarra Por Ricardo Yépez

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Ahora que el tiempo de fingir cariño entre nosotros ha pasado, tal vez estés más dispuesto a hablar cínicamente sobre tus relaciones afectivas.

En realidad no tengo un hilo definido al empezar esta verborrea, ya que en este tema aún lo tengo todo confundido, y aunque tengo un poquito de aquí y algo más de acullá, mi propósito es dirigirme a hablar de «las palabras de amor» como actos afectivos y más aún como una tecnología ancestral olvidada.

 

La familia antinatural

La organización capitalista del trabajo y de las relaciones interpersonales surgida de la división y distribución de las labores de este sistema.

Aunque actualmente hay un grupo antiprogres, autodenominado defensores de la familia natural, bien harían en estudiar un poco la Historia (sí, la blanca y europea, nombrada) Universal para percatarse que la organización de la familia nuclear es un invento postindustrial, que lo natural, lo natural el el clan o la tribu, y eso dependiendo de qué cultura me hables, porque en cuanto salimos de los blanquillos de las europas, ahí sí que ya no furula la familia.

Aún en muchos lugares del país en incluso en el corazón más asfaltado de esa jungla llamada Ciudad de Chilangos debe haber grupos cosanguineos cuya organización económica y afectiva ha de superar los lazos directos de primer grado y conviven en la misma casa varias generaciones de abuelos, padres, tíos, primos, nietos y chance hasta bisnietos.

A toda forma de autosuficiencia, el capitalismo ha declarado la guerra fría contra las personas. A este sistema de organización económica sólo le interesan los recursos humanos y los consumidores, y dudo del genuino interés en los primeros.

A nuestros ancestros les parecería raro muchas de nuestras relaciones afectivas, como la amistad, tal como a nosotros en plena digitalización de nuestra personalidad no sigue pareciendo extraño engendrar afecto por personas que no hayamos visto y con quienes sólo se interactúa a través de las redes sociales.

La amistad en la sociedad japonesa es una relación afectiva en peligro social. Hay nipones que pagan a extraños para llegar a su fiesta de cumpleaños y fingir amistad con el festejado.

Por otro lado, hay quien eleva la amistad incluso por sobre la hermandad, al asegurar que a los carnales no se los elige, pero a los cuates sí.

Ya ha habido relaciones afectivas que iniciaron a través de alguna red social y terminaron en matrimonio, sin embargo, hay personas a quienes las relaciones afectivas iniciadas en redes les parece una moda pasajera.

Es verdad, que no somos los mismos que mostramos ser en redes sociales, pero eso no implica que no lo seamos también; con excepción de los perfiles defraudadores, nuestra personalidad en redes sociales también es lo que somos y en éstas encontramos espíritus afines con quienes compartir un menjaja o un mencorazona.

Hay quienes después de pasar la secundaria juntos no se vuelven a ver, pero se siguen con ciertos amigos, a pesar de saber que en caso de tragedia el otro no estará ni como soporte moral. ¿Por qué el contacto físico de ese breve lapso debería de importar más que los cientos de memes que nos han hecho reír juntos o las muchas noticias que nos han despertado la indignación juntos?.

Mientras más compleja devengan nuestras sociedades, más diversas se volverán nuestras relaciones afectivas y ya es tiempo de ir tratando de encajar las en moldes anacrónicos como el matrimonio monogámico heterosexual, que por cierto nunca existió, siempre fue la hegemonía.

Habría que apoyar el matrimonio homosexual para conseguir su derecho y más libertad para todos. Ya es tiempo de ir hablando del matrimonio entre varios. Beso triple para todos.

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