EXPECTACIÓN
No puedo decir por qué algunas cosas mantienen para mí
un sentido de no sondeadas maravillas por acontecer,
o de grieta en la pared del horizonte
abriéndose a mundos donde solo los dioses pueden ser.
Hay una desalentada, vaga expectación
como de vastas y ancianas pompas que recuerdo a medias,
o aventuras salvajes, incorpóreas,
de tenso éxtasis y libres como un sueño diurno.
Está en ocasos y extrañas agujas citadinas,
viejas villas y bosques y declives neblinosos,
vientos del sur, el mar, bajas colinas e iluminados pueblos,
viejos jardines, canciones medio escuchadas, y los fuegos de la luna.
Pero aunque sólo su atractivo haga que la vida valga vivirla,
nadie gana o adivina lo que insinúa conceder.
FONDO
Nunca puedo estar ligado a cosas crudas, nuevas,
ya que vi la luz primera en un viejo pueblo
donde desde mi ventana apilados tejados descendían
hacia un pintoresco puerto rico en visiones.
Calles con portales tallados donde los haces de la puesta de sol
inundaban viejos tragaluces y pequeños vitrales,
y campanarios georgianos rematados con doradas veletas.
Estas fueron las vistas que formaron mis sueños de infancia.
Tales tesoros, dejados de tiempos de cauteloso fermento,
no pueden sino desprenderse de más endebles quimeras
que revolotean con cambiantes maneras y fes confundidas
a través de las invariables paredes de la tierra y el cielo.
Cortan las correas del momento y me dejan libre
para erguirme solo ante la eternidad.