No tenía idea de lo que pasaría, por supuesto que te imaginaba todas las noches y por las mañanas contaba los días para que llegaras, pero quién, sabiendo que el amor está en la puerta, puede estar tranquila.
El día que te conocí mis planes cambiaron, mis sueños crecieron y mis expectativas del amor y la vida hicieron que cerrara mis ojos dándole gracias a lo que te trajo conmigo.
Si tengo que ser sincera, no estaba en mis planes amar a alguien más que no fuese a mí, pero es imposible, y lo es aún más con lo que me regalas constantemente, por ejemplo, la primera sonrisa que me dedicaste llena de ternura, cuando lloramos juntos el día que te enfermaste y yo no podía más que estar para ti, cuando haces cosas nuevas orgulloso de ti mismo o cómo olvidarme de esos ojos azules que me miraron como nadie lo había hecho antes; esa mirada llena de incertidumbre, inocencia y paz, que si dedo confesar, la protegida en todo momento era yo.
Nunca me pasó por la mente que podría desbordar felicidad por un pequeño ser que apenas está consciente de cómo se llama y cuántos años tiene.
Pasé meses tratando de escribir lo que ni siquiera puedo explicar verbalmente porque faltan los detalles, palabras. Además, cómo graficas sentimientos y emociones que ni si quiera puedes entender, la felicidad que emana de ti.
Ese día comprobé teorías y frases cursis que antes se iban al aire y comprendí que nadie está realmente preparado hasta que llega tu momento, de hecho, jamás imaginé lo que era ser mamá, nunca creí que podía ser una… hasta ese momento en el que cortan el cordón umbilical y un bebé estalla en llanto. El mío.