Dirección y adaptación: Luis Martín Solís
Calif: 4.7/5
El pasado 30 de junio a las 7:00 pm se presentó El Ramayana con la dirección de Luis Martín Solís. Esta historia nos cuenta sobre el rey-dios Rama a quién le fue arrebatada su esposa Sita, la cual fue raptada por el demonio Ravana y puesta en cautiverio en la isla Lanka. Rama consigue ayuda de una población de monos, quienes construyen un puente sobre el mar y con eso rescatan a Ravana.
Luis Martín llevó a cabo la adaptación de esta epopeya de la literatura clásica que contiene más de 24 mil versos a un texto que en escena que dura una hora veinte minutos. La adaptación de dicho texto es en si misma una epopeya, al lograr plasmar en el escenario una historia de esa magnitud y hacerlo de manera tan sublime es digno de admirar y de tomar en cuenta. La historia se va narrando desde distintas formas y lenguajes, desde el uso de sombras para contar algunos pasajes de la historia, como máscaras o marionetas, o con el solo recurso corporal de las intérpretes, quienes a través del movimiento logran plasmar de manera efectiva las situaciones y sucesos de los personajes y de la historia misma. Cabe mencionar que la gran variedad de personajes que aparecen, son realizados solamente por dos intérpretes.
Los elementos como las marionetas y máscaras tienen un nivel altísimo de calidad y diseño. Y durante toda la puesta son usados de manera magistral dando vida a distintos y diversos personajes que van narrando y participando durante la obra.
Las actrices tienen un gran dominio corporal logrando darle vida a cada uno de los personajes y que sean distinguibles unos de otros.
El escenario es acompañado con dos pantallas en las cuales se proyectan los personajes a manera de sombras, en dónde éstos son bien interpretados y el recurso es bastante agradable.
La iluminación y la música acompañan con armonía la obra, resaltando los aspectos estéticos y emocionales de cada escena.
Los dos únicos aspectos negativos de la obra son: el ritmo que se siente vertiginoso siempre en un nivel alto de intensidad, la falta de momentos de respiro, de reflexión, de análisis, hacen que la obra se sienta monótona a pesar de la intensidad y velocidad con la que nos la cuentan; y que a veces a las interpretaciones se quedan más en la forma y les falta mayor profundidad.
Fotografía extraída del Facebook del Teatro de la Ciudad de Irapuato