«En mi vista de la luna y unas flores amarillas,
la descendencia de mis pensamientos deja huecos en el olvido,
movimientos descoordinados que me vuelven torpe e ingenua,
caídas hacia el suelo desde la montaña rusa que despierta a mi cerebro,
el corazón se arrebata en palabras sin sentido,
y en aquellas en que vivo me reflejo como un atardecer a través de las gotas de lluvia…
Distinguir realidad de fantasía,
nada parece cierto si en mis manos no atrapo el momento,
cada segundo que se escurre entre mis dedos, quiero ganarlos con un buen recuerdo.
Mi memoria da vueltas en aquella canción que acaricia mis oídos,
mi voz tiembla intentando pronunciar nombres que no reconozco y pienso si realmente lo entiendo.
No lo entiendo, pero ahí estoy, entre la luna llena y unas flores amarillas,
amarillas porque brillan cual estrella naciente,
del mismo modo que lo hace el sol,
el sol que le brinda calor a mis tardes oscuras y luego quema mis momentos de invierno,
la luna llena que ilumina mis noches de insomnio y que brilla en los ojos de aquel a quien yo pueda mirar,
esa luna que me escucha en las incoherencias de mi rendimiento.
Si acaso por ser libre me interrumpo en el camino,
prefiero la verdad que me lleve a mi irremediable destino,
dónde mí plenitud es sincera, dónde mí cabeza no se pierda.
A mí derecha cargo la guitarra de mis ilusiones,
a mí izquierda llevo el libro de mis ambiciones,
en el frente, a quien voy siguiendo, lleva en sus manos mis esperanzas para cuidarme,
detrás de mí me siguen los latidos que voy dejando en el desgaste.
En mis pies descalzos van las marcas de un camino sin retorno,
van descalzos sintiendo cada paso al caminar,
me levanto de puntillas y extiendo los brazos fingiendo que voy a volar…
En mi vista de la luna y unas flores amarillas,
me busco y me encuentro cada vez que me vuelvo a perder,
en ellas corro y en ellas sueño y mis sueños no me derrotan, ellos me despiertan»
-LM