En el centro de la ciudad las gotas de lluvia han anunciado que nuestra vida no sería igual. Hemos recorrido las clínicas que acabarían con el problema que se teje en mis entrañas y angustia a Nicolás, que no soporta la posibilidad que acabe nuestra vida bohemia entre llantos, teteros, y pañales. En la camilla de ese malhumorado doctor he abierto mis piernas y mis lágrimas no han cesado sus manos frías sacaron una continuidad de nosotros, y esfumaron el amor que le tenía a Nicolás.
Entre una hemorragia pasiva que invade mis piernas y la palidez de mi rostro, decidí irme de casa. Nicolás me ha pedido que no lo haga; nuestra vida sería entre el alcohol, las esculturas, y los versos de Neruda, pero ya no deseo eso. Le explico; que con la partida de nuestro hijo se ha ido toda posibilidad de amor. Él esta desconcertado se revienta de ira y dolor, aceptando mi decisión.
Pasaron cuatro años entre lloviznas, Antonio y yo tendremos gemelos que alegrado mi frágil corazón.