“El fin del mundo siempre está a la vuelta de la esquina”, ese es el lema del Buró de Prevención Profética, la organización a la que pertenezco. Desde el principio de la historia, hemos actuado bajo las sombras para proteger al mundo de las constantes amenazas que se ciernen sobre él y que sin duda llevarían a la raza humana a su extinción.
Con éxito, prevenimos el regreso de los Atlantes de las profundidades del mar, la ascensión del Anticristo al papado, la incursión alienígena de Roswell, la rebelión de las máquinas del 2000 y la tercera guerra mundial que sería provocada por las armas biológicas bajo el poder de Bin Laden.
La razón de todo nuestro éxito se ha debido a la familia Allard, un largo linaje de videntes franceses que, generación tras generación, ha heredado a sus primogénitos su mística capacidad. Fungiendo como nuestros profetas, ellos nos han guiado correctamente frente a cada amenaza apocalíptica.
En tiempos actuales, dicho rol ha recaído sobre los hombros de Levi Allard, mejor conocido por su nombre clave, “El vidente treinta y tres”. Al igual que sus ancestros, sus predicciones siempre son correctas, pero a diferencia de ellos, él no cuenta con la fortaleza mental necesaria para soportar dicha responsabilidad.
Han pasado semanas desde la última vez que tuvimos noticias de él, pero hoy, por fin hemos encontrado su cuerpo en la sucia habitación de un hotel en Praga. La causa de la muerte no es ningún misterio: se arrancó los ojos con sus propias manos, seguramente impulsado por una visión. Pero, ¿Qué sería tan terrible que orillaría al último de los profetas a matarse?
Por primera vez en siglos, estamos a ciegas, y cada una de nuestras divisiones alrededor del mundo se encuentra en alerta máxima. La única pista que tenemos es la nota que nos dejó, en la cual solo escribió lo siguiente:
“El fin ya está entre nosotros”
No tenemos idea de lo que significa, ni tampoco de cuándo fue escrita. Solo espero que, cuando llegue el momento… estemos preparados.
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