Ryan Gosling y Emma Stone enamoran en La La Land. No en vano son los actores de moda en la gran pantalla, y la magia que viven, en la ficción y en la realidad, solo sucede en Hollywood. 

¿En algún momento pensó que no iba a triunfar, que no era lo suficientemente buena?

Sí, definitivamente. Pero creo que eso tiene mucho que ver con la vida de cualquiera que está involucrado en un trabajo creativo, siempre hay subidas y bajadas, seguridad e inseguridad. Es parte de la voluntad de madurar en tu profesión, uno debe arriesgarse y atreverse a nuevos retos, así es como uno crece y aprende.

¿Tuvo que someterse a muchas horas de preparación?

Sí. Ryan y yo estuvimos ensayando con Mandy Moore, nuestra coreógrafo. Aprendimos claqué, bailes de salón, jazz. Íbamos a su casa a escuchar la música y luego nos explicaba lo que íbamos a aprender. Lo hicimos con mucha libertad, pero fue extremadamente técnico.

Rodó este filme después de hacer Cabaret en Broadway, ¿cuáles fueron las mayores diferencias entre cantar en vivo y hacerlo para la película?

La preparación es diferente, un show diario es mucho más duro que una película. Fue una experiencia increíble para mí hacer Cabaret en Broadway. 

¿Qué tiene en común con Mia?

Ella es una mujer muy directa, que sabe lo que quiere, es capaz de hablar en público y dar un discurso. De algún modo me parezco a ella porque ambas tratamos de separar las emociones de las decisiones lógicas que uno debe tomar en la vida. Digamos que me estoy volviendo tan pragmática como Mia. 

El amor es parte de la magia de La La Land. ¿Cree en el alma gemela?

La gente puede tener muchas almas gemelas de formas diferentes. Creo que hay personas a las que conoces y tienes una química instantánea y a las que sientes que conoces de siempre. Eso puede convertirse en amistad o en un afecto que dure para toda la vida. Puedes conocer personas que dan sentido a tu existencia. 

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La fama ha llegado de forma repentina a su vida. ¿Echa de menos algo de su vida anterior?

No me siento tan famosa. Nadie me persigue por la calle y si alguien viene a pedirme un autógrafo, o se sorprende de mi cambio de pelo, trato de actuar de forma relajada, accesible porque entiendo que me reconocen por mi trabajo. Tampoco soy Oprah [Winfrey], hasta ahora todo lo que me ha ocurrido es fácil de digerir. 

Parece que el dinero, el éxito y la fama no le interesan. 

Sí que me interesan pero no mueven mi vida. Los cheques están en manos de mi mánager, que lleva mi carrera desde que yo tenía 15 años. No voy a perder la cabeza.  

Su próximo filme es La batalla de los sexos, ¿qué nos puede adelantar?

Poco, es una historia increíble que me ha hecho darme cuenta de lo importante que es no juzgar a los demás.

¿Es fácil caer en el aspecto superficial de su profesión? 

No siento que me venda por razones estrictamente comerciales. Sé que siempre he sido honesta, aunque el resultado no haya sido el que yo esperaba. Nunca me he comprometido con nada que no fuera una inspiración creativa para mí.