Hoy le voy a decir que esta es la última vez que nos vemos. Pienso cinco minutos antes de verlo en el lugar que acordamos desde hace dos días. Llevo diciendo eso dentro de mí desde hace semanas, meses o quizá un poco más, tal vez un año. Esto no nos lleva a nada, me repito una y otra vez mientras observo en la pantalla del celular la hora. Ya casi.
Recuerdo la primera vez que salí con él, hace casi tres años. No pasa nada, me decía, total, es algo casual. Y sonrío, porque me pienso ingenua, tonta, enamorada, cursi, correspondida en el afecto. Luego viene a mi mente el momento exacto en el que me rompió por primera vez el corazón y siento que lo quería tanto, porque de ahí, vinieron todas las decepciones, los días de llanto, el asco, el enojo, las peleas… pero volvía, siempre volvía porque era preferible el dolor que me causaba a saber que podía perderlo.
Ya no quiero verte. No suena difícil, sólo es decirlo, viéndolo a los ojos, seria. Vamos, ¿por qué tengo miedo? No puedo perder algo que jamás ha sido mío, ya ni siquiera estoy segura de que alguna vez, por un instante hubo algo entre nosotros que me perteneció, pero aquí sigo… esperando a que llegue, porque por mensajes no me atrevo a decirle que esto no nos hace bien, no me hace bien.
La segunda vez que me rompió el corazón, sigue presente. Él eximiéndose de culpas, de responsabilidades, diciendo que no entendía mi dolor, porque siempre exagero. Todavía duele. Duele porque él lo sabe y lo disfruta; ¿por qué estás aquí? Me pregunta siempre que nos vemos. Porque necesito saber que sientes algo por mí, pienso. No lo sé, respondo. Aprendí a ya no preguntar, no me interesa saber más de él, porque hería saber que las respuestas nunca iban a ser lo que yo deseaba.
Llegó, tengo la frase en la garganta, estuve estos minutos repasando, controlando la respiración, fingiendo que no me importa nada de lo pasado entre nosotros, que no duele su presencia, su falta de afecto, que soy fuerte. Pero lo veo, y cuando estoy a punto de decirle “ya no quiero verte”, me sonríe, y pienso que sus ojos son tan bonitos, que igual y es posible que sí sienta algo por mí y lo contemplo. Quizá sí, para la próxima le diré que es la última vez que nos vemos.