Las mujeres feministas siempre estamos en constante discusión con el mundo, entre nosotras y cada una consigo misma. Son tantos los acuerdos y desacuerdos que pasan entre nosotras que tenemos una denominación para el escenario donde suceden estos intercambios, le llamamos “feministlán” lugar que arde cada cierto tiempo y cada cierto tiempo se vuelve inhabitable. Hoy le escribo a las habitantes de Feministlán, exclusivamente.
Hace dos semanas escribí con la emoción desbordada y la esperanza incontenida por la toma de la CNDH, este fenómeno nos tenía a todas unidas y sororas. Levantó manifestaciones a lo largo del país, nos hizo organizar colectas y donaciones.
Varias colectivas feministas de todo México, entre ellas la propia, –aclaro esto porque en las miles de declaraciones posteriores, no faltan las teorías de la conspiración sobre los convocantes–, organizamos para el 14 de septiembre un evento llamado “anti grita” en el cual celebraríamos la alegría de estar unidas y vivas y sería una oportunidad para recaudar fondos.
Fue una noche inusual, el himno feminista “canción sin miedo” de Vivir Quintana, sonando desde los balcones de la ex CNDH nos puso a todas la piel de gallina, reímos, lloramos y entre esa avalancha de emociones, una de las madres de victimas de feminicidios dio un discurso que a muchas no nos gustó. A partir de ahí comenzaron declaraciones y divisiones por todas partes, lo que invariablemente llevó a un quiebre definitivo con la salida de algunos colectivos de la toma.
Sobre todo, lo ocurrido, las declaraciones posteriores y los dimes y diretes prefiero no opinar. No tengo la información completa para hacerlo y no me gustaría hablar de un bando contra otro, eso es replicar las estructuras patriarcales que llevamos décadas tratando de derribar y realmente considero que todo tiene matices, todo es más complejo que elegir un bando o el otro, sólo tengo algunos apuntes de cosas que me dejan reflexionando, no de este momento en específico, sino de conductas que venimos perpetuando.
La primera, la imperiosa necesidad que tenemos de buscar líderes. Me incluyo. Llevamos mucho tiempo teorizando sobre nuevas estructuras para organizarnos, nos nombramos un movimiento horizontal donde todas estamos por convicción y sin tener representantes, pero a veces, en el calor del momento o por lo potente de algún discurso, le concedemos a alguna un pedestal para descansar.
No me malinterpreten, tener como referente a alguien no es malo, querer aprender de la que tiene más experiencia o la que presenta sus ideas de cierta manera es natural y normal, el problema está en la deshumanización que esto conlleva. No es justo para nadie tener que cumplir expectativas, ya estamos luchando contra un mundo que espera que nos equivoquemos y sumarle la presión de las que militan con nosotras es cansado e imposible. Más aún cuando recurrimos a la cancelación y difamación como armas punitivas.
Otra cosa que me parece interesante es la casi obligación de nombrar feminista a toda lucha de mujeres organizadas. Hay mujeres luchando desde antes de que yo naciera que no se nombran feministas. Y está bien. Nuestras teorías aprendidas desde la literatura nos ayudan a explicar un fenómeno, no a delimitarlo.
Una de las controversias más grandes fue sobre si la toma de la ex CNDH debía ser mixta o no y es que aquí se torna un poco confuso. Si pensamos en la ex CNDH como un espacio físico que funge como refugio para mujeres víctimas de violencia, entonces el ser no mixto sí debería ser una característica, pero si lo pensamos como un momento dentro del movimiento que busca justicia el ser no mixto sale sobrando, recordemos que hay padres pidiendo justicia para sus hijas asesinadas. Por ejemplo, la incansable lucha del padre de Francia Ruth o el padre de Esmeralda Castillo a quien vimos acuerpando afuera de las instalaciones del ministerio público después de la represión en Chihuahua y mujeres que buscan a sus hijos varones.
El feminismo hegemónico aquí argumenta que no somos la madre de todas las luchas o que es por y para mujeres, pero hay que detenernos a analizar que el patriarcado no es el único sistema que oprime y hay varones que son victimas también, pues si bien tienen privilegios por razón de género, no los tienen de clase o de raza, como dice Ochy Curiel: serán machos, pero nunca patriarcas. Dejarlos fuera de la petición de justicia ante un estado fallido es por lo menos egoísta y detener nuestro actuar porque no cabe en la teoría me parece extraño.
Por ultimo, hablando está vez como politóloga –siempre lo hago como feminista– quiero señalar que los movimientos sociales se explican así: con momentos cúspides, seguidos de rupturas a las que invariablemente sigue una reestructuración. Hay que ver los malos ratos como una oportunidad de aprendizaje, a los sistemas establecidos los ponen en jaque las crisis y es su habilidad para superarlas y adaptarse es lo que los hace fortalecerse y consolidarse. La lucha sigue y aquí nadie se rinde.