Estar encueradito es lo máximo Mario Frausto Grande

 

Hace ya un tiempo que comenzó a circular en redes sociales un meme donde se muestra una escena de la icónica serie animada de los 90 llamada Rugrats o Aventuras en pañales. En la imagen, aparece Tommy -uno de los protagonistas de la caricatura- completamente desnudo y hablando con Carlitos -otro de los protagonistas-. En ese preciso momento, Tommy expresa lo siguiente: “No importa lo que piensen, Carlitos. Estar encueradito es bueno, es bonito. Estar encueradito es lo máximo”. La premisa del capítulo de donde fue extraída esta escena tiene como base que Tommy se pregunta por qué no puede andar desnudo de la misma forma en que lo está su perro Firulais todo el tiempo. Esto provoca que se deshaga de su playera y su pañal y comience a transmitir a todos sus amigos que pueden andar sin ropa y sentirse completamente libres, lo cual, a su vez, ocasiona que cada uno se vaya quitando la ropa para experimentar la libertad que Tommy profesa.

Sin duda, la temática de este episodio contiene una de las características predominantes de las caricaturas de principios de los 90: temas que eran complicados de tratar, pero que se abordaban desde una perspectiva que los dotaba de naturalidad, lo cual proyectaba un mensaje donde se expresaba que hay cosas humanas que no merecen la censura o el miedo, sino más bien la posibilidad de ser entendidas como aspectos que son parte de nuestra existencia como seres humanos.

Cuando el meme de Tommy desnudo comenzó a tener presencia en las redes, unas cuantas personas me lo hicieron llegar. Me parecía muy gracioso cada que abría un mensaje y descubría esa imagen junto con un texto o un audio donde me decían cosas como: “Te representa”, “Eres tú”, “Tommy te respalda”, etc. Estos comentarios tenían como base el hecho de que, desde hace casi tres años, comencé a subir fotos en Facebook e Instagram donde salgo en ropa interior o prácticamente desnudo. La razón que me ha llevado a “exponerme” de esta manera en redes radica en algo que, de hecho, proviene desde mi infancia. De niño la desnudez me maravillaba. De hecho, uno de los momentos que más anhelaba en esa etapa de mi vida era bañarme, ya que podía estar completamente encuerado y, además, ser tocado por la frescura del agua. El caso contrario era el momento en que tenía que vestirme -principalmente cuando debía ponerme el uniforme de la escuela- ya que detestaba la sensación de encierro que provenía de cierto tipo de prendas. Sin embargo, cuando llegué a la adolescencia fui fuertemente reprimido por el cristianismo que profesaba mi familia y comencé a tener un entendimiento oscuro y pecaminoso de mi propio cuerpo.

El Mario niño que disfrutaba con naturalidad -al igual que Tommy- de sacarse la ropa y andar en cueros por su casa, fue cambiado por un Mario adolescente que no podía ni siquiera mostrar sus piernas o sus brazos. Constantemente vestía con ropa gruesa que tapara cualquier atisbo de mi piel. Incluso estoy seguro de que, si hubiera podido cubrir mi rostro, lo hubiera hecho, ya que en ese tiempo lo odiaba tanto como al resto de mi cuerpo. En esa etapa de mi vida, caí en lógica del cuerpo como algo inmundo y como un receptáculo del pecado, idea que me fue transmitida gracias al cristianismo ortodoxo, a partir de los 12 años. Para un joven tan aprehensivo como yo lo fui, tal enseñanza fue una estaca que me encajaron profundo y con la cual iba todos los días, dejando un rastro de dolor que se había convertido -tristemente- en parte de mi rutina.

Con el paso de los años, llegaron dos cosas fundamentales para mi vida actual: la primera fue el abandono de la fe cristiana cuando tenía 23 años y, en segundo puesto, la aceptación de mi homosexualidad -a la misma edad- como vertiente de vida. Desde esos parteaguas, me he dedicado a volver al Mario niño que fui alguna vez, sobre todo para rescatar algunas de sus características más importantes: su espontaneidad, su falta de miedo, su capacidad de sorpresa y, también, la naturalidad y libertad con la que asumía andar encuerado. La reconexión con esto último no fue algo rápido. Tardé un par de años en atreverme a vivirlo nuevamente. En 2019, me decidí a compartir por primera vez una foto donde sólo vestía unos ligeros bóxer blancos decorados con flores rosas. ¿Por qué publicarlo y no hacerlo sólo de manera personal? Porque, al menos para mí, mis redes son una manera de proyectarme, de mostrar quién soy, lo que me gusta, lo que creo, lo que defiendo, etc. Y, para Mario, estar encuerado es parte de eso. Posteriormente, publiqué otras fotos donde seguía luciendo más ropa interior con diseños floridos y coloridos y, eventualmente, algunas donde sólo sostenía una toalla, una sábana o algo que me tapara levemente entre las piernas, ya que en las redes sociales que he elegido para “mostrarme” no puedo salir desnudo por completo.

Debido a esta decisión he obtenido comentarios tanto positivos como negativos, lo cual era algo que sabía que ocurriría. He recibido mensajes como aquellos en donde me pasaban el meme de Tommy para compararme con él, lo cual me hacía ver que estar encuerado en redes se empezaba en convertir en un rasgo por el que soy identificado. Debo decir que esto es algo que me encanta, ya que efectivamente considero que es una de las cosas que me brinda identidad como persona.

Sin embargo, tampoco han faltado los comentarios de personas que perciben de forma oscura mis acciones. De familiares he recibido condenas al infierno. De amigos he recibido enojo y consejos morales no requeridos. De gente que ni conozco en persona -principalmente los morros fitness- he recibido burlas porque opinan que sólo los cuerpos mamados son los que deberían ser “expuestos” de esa manera. Todo esto, me recuerda que el tema de la desnudez -como muchos otros temas “poco apropiados” en nuestras sociedades- busca ser regulado y reprimido. Gente que opina que encuerarte te resta seriedad y profesionalidad. Gente que opina que sólo ciertos cuerpos tienen derecho a “mostrarse”. Gente que expresa claramente el miedo y pavor a su propio cuerpo al manifestarte el odio que sienten por la exposición del tuyo. Gente que sólo puede interpretar morbosa y sexualmente que te encueres. Todas y cada una de estas personas son un reflejo de cómo ha sido pensada y configurada la idea de la desnudez en el discurso social, lo cual, debo decir, sólo me provoca tristeza.

Sin duda, nos falta disipar el miedo. La desnudez es un caso de los temas y prácticas que lamentablemente pasan por estos malentendidos y prejuicios, y opino que se debe tomar un posicionamiento donde quitemos esos entendimientos que sólo siguen oscureciendo a nuestros cuerpos. Nos falta crítica y libertad corporal. Nos hace falta reflexión. Nos falta volver a la naturalidad de las acciones y las palabras que Tommy le dijo a Carlitos y descubrir -o redescubrir- que “estar encueradito es bueno, es bonito. Estar encueradito es lo máximo”. Debemos tomar esas palabras y repetirlas infinitamente como un mantra que nos libere y nos encuere. A mí me gusta repetirlas y, en el fondo, sé que el Mario niño me mira y sonríe.

 

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