Falsa esperanza Oscar Alberto Murillo Rubio

Los árboles han borrado de su corteza el recuerdo de mi nombre,

sus hojas renunciaron al viento que viajaba cerca de mí.

El fuego profanado ya no calienta la sangre eterna

de este cuerpo arrancado de voluntad propia.

El rojo de mis manos abandonó su labor

para ser reemplazado por el blanco,

fruto de la ausencia de reflejo.

Ya no recuerdo mi misión,

sólo la piedra que gira.

Desciende al inicio.

Nunca para.

Cae.

Ascendemos.

Mis recuerdos dictan

quién era yo en el mundo

antes cargar el grillete de roca

que me tiene atado a la eternidad.

El peso que vuelve blanco mis manos

me susurra que en los más altos montes

se encuentran todos los recuerdos que tuve.

El sol, que se ha cansado de quemar mi frente,

su luz provee la humanidad que he perdido desde

aquellos años en que obligábamos a los dioses a vernos.

Es por su voluntad que los nombres por siempre serán

olvidados de toda lengua conocida por nosotros.

Abandono, ese es su castigo final a aquellos

cuya sangre reposa en los campos donde

el cuerpo de nuestras mujeres se crea

la roca que cargamos por siempre.

Vuelvo a olvidar, el blanco de

mis manos regresa con su

inmortalidad bailando

con el olvido y

mi nombre.

¿Soy?

Tal vez…

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