Tu cintura, deslizándose por mis manos, como el humo de un cigarrillo se desliza entre mis dedos, volviste a revivir infinidad de sentimientos que ya creía muertos.
De la nada mis neuronas corrían en sentido contrario, pues el probar tus labios, tan suaves, no es algo que me pase a diario.
Tus tatuajes, cada uno de los 8 o 10 que tienes, me volvían loco, al pasar mi mano sobre tu rostro, siento, que el cielo toco.
Perdóname si me expreso demasiado, jamás había besado a un ángel, que del cielo se había bajado.
Perdóname si contigo me vuelvo exigente, pero no sabes la infinidad de ganas que tengo de verte, y escucharte reír a carcajadas sarcásticas, besar cada una de tus mejillas, fantásticas.
Que nuestras lenguas hagan tacto como si recién se conocieran, como si jamás se hubieran visto, no hace falta ir mas allá de la cama, pues con la pura mirada te desvisto, y de nuevo te visto, porque el pudor es algo que todavía mi alma quema.
Permíteme ser el hombre que cuide tus sueños, guardián de tus anhelos, que aleje tus miedos, que sane tus sentimientos enfermos, de odio, de rencor, y si no lo permites, pues adelante, rómpeme el corazón, sin piedad, sin compasión, no guardare rencor, al fin y al cabo, lo volveré a curar, con cigarros y licor.