Hacia una poética todo terreno. Tortas locas con dedicatoria (2021) de Dámaris Cuevas Francisco José Casado Pérez

/

Nunca se terminará de discutir sobre qué es poesía, a qué responde, a quién; si logra incrustarse al menos entre los dientes del engranaje maquinal que sigue en marcha (de pronto forzada) de las economías culturales, aún si esta no ofrece nada a cambio. A pesar de ello, habrá poesía en muchos y distintos formatos, alguna incluso muy contrario a lo preestablecido, que abre a debatir: ¿cuál es la buena poesía? De pronto si existe o solo es un sueño lejano. Si la puede hacer cualquiera sin leer ni una página o quien (independientemente de sus estudios) ha leído y cursado talleres hasta el cansancio y con el perico. Recientemente, María Eugenia Sevilla (2021) comenta:

Si bien la poesía no responde a intereses del mercado, que nada tienen que ver con valores estéticos o literarios, Xitlálitl Rodríguez -jefa de redacción del Periódico de Poesía-, consideró que es una equivocación verla como un género con cierto grado de dificultad, de hermetismo y restringida a una élite, y destacó la importancia de hacerla circular fuera de los circuitos de la industria editorial, pues de otro modo, obras y traducciones no verían la luz.

Premisa que ampara en extenso a poetas y editores independientes en lo general. Desde los que continúan su amplia trayectoria, hasta los más nóveles e inubicables, ambos que de una u otra forma han aprovechado de la poesía y su universalidad al predisponer la palabra, la voz propia, a la mano de otros. Dócil cordero que alimenta, da consuelo, inspira; pero que también inquieta, provoca, hace cuestionar qué seguirá mañana porque la muerte es inevitable y solo nos aguarda. No obstante, la poesía se apaga con cada época, pero su humo tiene el potencial de volver a encender la vela, solo, si una flama se le acerca lo suficiente.

En febrero de 2022, Sir David Attenborough, científico, divulgador y pionero de los documentales sobre la naturaleza, volvió a las andadas –en pequeñas cápsulas que rondan las redes sociales– de divulgar sobre diversos temas de la naturaleza, entre ellos, las hierbas. Si bien existen incontables variedades, en palabras de Sir David, son pioneras, no en el sentido de no ser las primeras, al contrario, en si indetenible incursión de nuevos territorios, en busca de sol, nutrientes y alguna brecha donde crecer la siguiente generación. Despiadadamente no tienen la misma valoración que un rosal, un árbol de frutas o la ternura de una suculenta, pero son piezas en el juego del ecosistema. Así mismo, algunos sellos editoriales son las hierbas en el ecosistema de la poesía. Caso que atañe este texto: Tortas locas con dedicación de Dámaris Cuevas, primer texto publicado por Papas Fritas Editoræs, con ilustraciones de Jaime Tzompantzi.

Volviendo al tema de la desgracia económica de la poesía, ¿cabría decir que radica en su propia esencia? Probablemente sí. Los temas son los mismos: vida, muerte, amor; lo que evita su descarte está en el estilo, en los artilugios que cada autor construye para darles un giro sustancial. Situación que se percibe dentro del aplomo poético de Dámaris Cuevas a lo largo de las 48 páginas de su texto, que si bien abordan los temas siempre bien ponderados, su aproximación más cotidiana y sin tapujos deja entrever, especialmente, la indiscreta remoción de la solemnidad, casi siempre intrínseca de la poesía, cosa que a Dámaris también le da una vuelta de 180º, probablemente debida a su autodeterminación laboral de payasito triste en Súper Ediciones Prisma.

¿Cuántas risas se necesitan para animar a un poeta? // Solo una, my dear. La suya, la mía, la vuestra […] La perpetua lengua // Sagrada palabra // La corrupta condensada // La facha palabra // Hay que echar a perder la poesía (Cuevas, 2021: 33-34) Es la consigna que de cierto modo se repite a lo largo del poemario: ideal que más allá de buscar una pelea a muerte con cuchillos, invita justo a la pauta descrita por Xitlálitl Rodriguez líneas arriba: que circule la poesía, que los autores también tengan la libertad de escribir fuera de los criterios estéticos; que este juego no discrimina y no tiene límite de edad para participar.

Todos los corderos son (no) ofrecidos a un señor, cual

birria caliente y gorda. –Me susurra Salvador Cuevas o

quizás arrimado en el arbusto, le decía a un fantasma

familiar.- (Ibíd., p. 12)

Ciertamente la poética de Dámaris inscribe un cotorreo visto desde el momento fugaz, entre el povenir y lo presente; entre los programas de entretenimiento (Ren & Stimpy, Aeon Flux, Celebrity Deathmatch) de la época dorada de MTV –que si bien entonces nunca juzgamos– y la virtualidad: el anónimo sobrepeso que las redes sociales imponen en el ánimo y espíritu de las generaciones que florecieron junto a esta exposición global.

[…]

Magia virtual negra

dos jpg. de velas

1, 5000000 avatares / en condena

hacerse responsable

de su like

despertar el chakra corona

de tu foto de perfil

un sigil, como portada.

Mi único nicho será holográfico

será con el gif,

y tú le darás “me enternece” a mi muerte. (Ibíd., págs. 15-16)

¿Hacia dónde va la poesía? Quién sabe. ¿Tiene rumbo definido? No. Es más bien un fuego artificial que al estallar se va diseminando por el cielo hasta apagarse, antes del próximo disparo. Son las lágrimas y goteras perdidas de la lluvia que mojan el reverso de cada imagen para reorganizar todo en gran collage, en mancha de Roarchach. Se es y deja de ser, desde la primera página hasta la última; hasta que se abra el próximo libro en medio de las manos o del lector de PDF’s. Dámaris recupera esa fugacidad para también ponerla sobre la mesa y preguntar, ¿acaso está prohibido divertirse al hacer poesía? Uno es lo que (d)escribe sin aclarar qué tan cierto puede ser ello.

Me llamo mía

te llamo mía

mía de NADIE

mía de NADA

mía de los NUNCA.

 

Mi corazón ❤ alberga:

todas las fosas comunes

apariciones

campanas de oro

latidos de

Doberman cruza c/Rottweiller.

 

Mi corazón ❤ baño comunal

mi corazón en 4

mi corazón en siete

mi corazón vidrios rotos

casonas c/cuartos barrocos

forrados en terciopelo verde y turquesa.

 

Mi corazón ❤ para la tierra

❤ para el amor

mi corazón tierra de panteón.

 

Burbujas de aceite y agua

flotan emulsionadas

Burbujas de terror relaxxx (Ibíd., p. 31)

Ahora mismo no creo que haya manera de catalogar la poesía de Dámaris en algún género como tal, incluso puede ser un gran tal vez que nunca cruce los anales profesionalizados y académicos de la poesía, así como también puede que me equivoque. Solo puedo garantizar que estas oportunidades de leer fuera de todo lo conocido, llaman y llenan. Enfrentan las normas haciendo uso del todo terreno sobre el campo del lenguaje; se arriesgan a rozar el límite permitido impuesto a las cosas: quien haya probado las papas fritas con helado del McDonalds, sabe a qué me refiero.

En efecto, la poesía si está para todos, hay que hacerla para todos. Sin necesidad de invitación previa, ni código de vestimenta. Solo, eso sí, hacerla que retumbe hasta el infierno, suavecito, suavecito, hasta que deje una textura mielosa en oídos y boca, hecha del polen que largan aquellas flores, desgraciadamente, llamadas: (mala) hierba.

Fuentes:

Cuevas, Dámaris (2021) Tortas locas con dedicación. 1, México: Papas Fritas Editoræs.

Sevilla, María Eugenia (2021, abril 4) La poesía, el género más despreciado por la industria editorial. Recuperado de: https://unamglobal.unam.mx/la-poesia-el-genero-mas-despreciado-por-la-industria-editorial/?fbclid=IwAR2z3mctcin05MEvRgRwP3OLODx2Vm_myBqqSBCHnAAohQ_4bh0FvvWhKIs

 

Francisco José Casado Pérez (1990, Ciudad de México) Poeta de media cuchara. Ha colaborado en revistas y fanzines de Latinoamérica. Autor de Para mirar los pasos de Escrúpulos Editorial, Premio “Don’t reed” 2021.

 

Historia Anterior

Oda a la vida, Oda a la alegría Por Moises Campos

Siguiente Historia

Entre amores y salas de cine, regresa Aldea Malibú con «Amor Neón» Aldea Malibú te electrizará los sentimientos con su nuevo sencillo