Itinerante: “Maritocracia”, o el mérito de ser la esposa. por Pollo Muñoz

Nuestra Constitución consagra en su Artículo 35 el Derecho de cualquier ciudadano para votar y ser votado. Basta con cumplir 18 años de edad y haber nacido en este país para tener la posibilidad de participar en una contienda electoral, y si bien es cierto que existen restricciones legales en cuanto a la forma de hacerlo – ya sea mediante una candidatura ciudadana o mediante la representación de algún partido político-, el Derecho existe per se, y por ende no puede ser restringido.

 

La elección presidencial del 2018 se vislumbra como la más absurda e irreal contienda de la que se tenga registro. Al momento de ser publicada esta columna van más de 25 personas (y contando) que levantan la mano para manifestar su deseo de contender por la vía de una candidatura ciudadana. Si bien es cierto que tienen todo el Derecho de hacerlo, me parece irrisorio que periodistas, artistas, futbolistas y estrellas frustradas de reality shows crean que sus buenas intenciones son suficientes para lograr una verdadera transformación en este país.

 

La otra cara de la moneda, la cual es verdaderamente preocupante por sus alcances, es la de los perfiles que los partidos políticos habrán de postular. Tendremos, por supuesto, el candidato mesiánico, aquel que lleva más de diez años en campaña y que por obvias razones encabeza las encuestas, el eterno contendiente que quizá en esta ocasión logre vencer y con ello evidenciar que su oferta política y la gestión de su administración no será muy diferente a lo que el sistema político nos ha ofrecido hasta ahora: corrupción, malos manejos, amiguismo y relaciones clientelares; en mi opinión, AMLO y su partido-secta deben de ganar, no porque crea que harán las cosas diferentes, sino porque por fin la gente entenderá que no hay soluciones mágicas y que la corrupción es un mal endémico del sistema político, no una situación específica de un partido político.

 

Dudo mucho que el PRI abandone sus prácticas nocivas de democracia interna, por ello es improductivo imaginar un posible perfil idóneo; el desgaste de esta administración, aderezado con los escándalos de corrupción, imposibilitan la continuidad del Partido en la Presidencia. Quizá la postulación del Dr. Narro le permita al Revolucionario Institucional recuperar terreno y de esta manera se genere la capacidad y credibilidad necesarias para impulsar candidatos que pudieran lograr una composición balanceada del Congreso de la Unión. El panorama no es nada prometedor y la desbandada (al igual que en el PRD) es ya un hecho.

 

Por último, el caso que más ha llamado mi atención, el cual ha dado origen al título de este texto: el refrito mal adaptado de la elección Presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica, el cual lleva gestándose – y financiándose con nuestros impuestos – desde hace muchos años.

 

Margarita Zavala no tiene un perfil idóneo para contender por la Presidencia de la República, eso nadie lo discute; no tiene experiencia en el servicio público, no es académica, ni siquiera tiene carisma, el verdadero problema es que es una contendiente con altas posibilidades de ser electa para representar al Partido Acción Nacional. El posicionamiento mediático ha sido una labor bien financiada y apoyada en todo el país, después de todo, el haber sido Presidente de la República dejó grandes beneficios a Felipe Calderón Hinojosa: su hermana es Senadora, fue candidata a la gubernatura de Michoacán y gran parte de su gabinete y aliados políticos son actualmente Senadores de la República, Gobernadores o Diputados Federales.

 

Me cuesta trabajo imaginar la posibilidad de que en un matrimonio existan dos perfiles adecuados para llevar las riendas de este país; el pensar que, con un padrón de casi 85 millones de ciudadanos, el azar y la buena fortuna hayan colocado a dos personas idóneas para el cargo ya no sólo en el mismo partido, sino también en la misma alcoba.

Y ese es precisamente el verdadero problema, que la postulación de la esposa de un expresidente es un evidente retroceso al empoderamiento de la mujer y al reconocimiento del mérito que tienen cientos de miles de mujeres en este país por su labor académica, periodística y profesional.

 

El postular y elegir un perfil como Margarita Zavala para hacerse con la más alta responsabilidad política de este país, es perpetrar la idea de que las mujeres sólo pueden escalar en la política si cuentan con un apellido de renombre, o con la simpatía y cercanía de un hombre poseedor de status y trayectoria en el sistema político.

 

Hace unos días el expresidente Felipe Calderón cometió la más atroz de las acciones electoreras y renunció a su jugosa pensión para donarla a niños con cáncer. Es curioso y patético que lo haya hecho en vísperas de una elección y que no haya también renunciado al servicio de las casi 90 personas trabajan para él con cargo al erario.

 

Si los argumentos anteriores parecen insuficientes pare desestimar la postulación de Margarita Zavala, entonces habrá que hacer cuentas y recurrir a la lógica de cualquier programa social: no se pueden recibir dos apoyos del Gobierno en la misma familia; dos pensiones presidenciales para los Calderón Zavala serían un abuso.   

 

 

 

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