Mi jefecita me mima por Míkel F. Deltoya

Aprovecho sin chistar este espacio en este día para escribir sobre mi madre; cosas breves, nada del otro mundo. Digamos que saldo la cuota necesaria de literatura a mi madre por año; nunca he desistido, cada 10 de mayo desde que sé escribir le escribo algo, unas palabritas de agradecimiento, algo.

Últimamente he notado que se polemiza mucho el día de la madre, y que es irónico que se le regale línea blanca a las “reinas del hogar”. También es irónico que sean, justamente, las reinas por un día. O que veas ofertas en maquillaje, o ropa, o promociones, o mires abarrotadas de vendedores de rosas rojas todas las calles y plazuelas de la ciudad. Hablamos del negocio de las festividades. Pero debo decir que mi relación con mi madre y el 10 de mayo ha estado ajena a esos lugares comunes cursis que pululan por doquier. Para empezar, desde que abandoné la frontera en 2010 y me mudé a Monterrey, no había pasado un 10 de mayo con mi madre, situación que se habrá roto para cuando este texto esté publicado. El último 10 de mayo que pasé con ella le regalé un dibujo, una cartita y un libro. En otros le obsequié algún collar o algunos pendientes, pero siempre, siempre, le he reiterado el agradecimiento que le tengo mediante la palabra escrita. Pero digo todo esto, porque los que me conocen y saben de mi madre, también saben que no es una madre regular, ni convencional; fue madre joven, me tuvo a los 22, y a mi hermano a los 19. Fue madre soltera y cargó pañales de un lado y libros del otro, y así, con dos bodoques que necesitaban comida y cariño y atenciones que requieren los bebés, salió adelante. Es deportista, le encanta el ciclismo y el senderismo, y viaja mucho.

De mi relación con mi madre rescato entre el sinnúmero de cosas que ha hecho por mí, un par de anécdotas que enuncio en un párrafo: 1) cuando estaba a punto de salir de la prepa, mi mamá me acompañó al otrora Distrito Federal al presentar un examen de admisión para la UNAM. No quedé. Pero lo que rescato de ese viaje es que ella, semanas antes del mismo, se lastimó la pierna practicando hiking, caminaba cojeando de su pie izquierdo. No le importó, aún así me acompañó por las surreales calles de la hoy CDMX. 2) Me compró un boleto de mi grupo favorito en la zona VIP, así, de la nada. Yo era un mocosillo ahorrando para completar ese boleto y ella, repito, de la nada, un día y sin avisar, llegó con el mismo. Para ese entonces hablábamos poco, por lo que para mí fue doblemente especial no saberme incomprendido e inescuchado. Mamá, aún trabajando día y noche en mis épocas de secundaria, me conocía, sabía todo de mí. 3) En 2012 formé parte de una revista que se llamaba Grotexto, yo ya vivía en Monterrey y ésta se presentaba en Ciudad Juárez por primera vez. Resignado a que no acudiría a mi tierra a presentarla, opté por entristecerme. Días antes de la fecha me habló confirmándome un vuelo redondo para que no faltara. 4) El año pasado en 2016 fue la ceremonia de graduación de mi universidad. Me gradué de Letras Mexicanas. Comprendiendo que eran tiempos difíciles, mi mamá y mi hermano me dijeron que no había dinero para que vinieran. Hice planes ese día, invité a mis amigos-casi-familia a ir a un lugar tranqui a echar unas cheves. Fue un viernes 19 de febrero. Un día antes, el jueves, mi hermano me marcó por teléfono, me dijo que Houston TX estaba muy bonito, no capté… continuó diciéndome que llegaban en la tarde a Monterrey: Mamá y mi hermano se vinieron manejando desde Ciudad Juárez, por el lado americano, para llegar a mi ceremonia en San Nicolás de los Garza. 5) La semana pasada mi mamá nos invitó a comer a mí y a mi novia, fuimos a un restaurante lujoso de Apodaca NL. Siempre agradeceré esa noche que nos compartió su sabiduría, su experiencia, y la disposición, afecto y empeño que tuvo en conocer a mi chica y en darnos consejo y contarnos su historia de cuando salió de la carrera y se enfrentó al mundo. Y 6), ésta me sigue conmoviendo hasta la fecha. Yo estaba en secundaria, la acompañé a comprar unas cosas a Sanborns y allí estaba un ejemplar de la Divina Comedia que yo adoré desde que lo miré. Le pedí que me lo comprara, ella no tenía mucho dinero, tenía muchas deudas, me dijo que no podía, que no se podía. Que después. Yo hice mi berrinche, me enojé. Regresamos a casa, me fue a dejar luego de esa vuelta. Pasó la tarde, no sé qué hice, no lo recuerdo. Mamá siempre llegaba después de la medianoche, cansada del trabajo. Yo tenía la puerta de mi cuarto cerrada. Seguía enojadillo. Mi madre tocó, creo que estaba dormido, o ya había agarrado el sueño. Siguió tocando. ¿Qué querrá?, me levanté, le abrí: tenía la Divina Comedia en las manos.

¿Qué más decir?, me siento afortunadísimo por la madre que me tocó. La amo tanto, y siempre aprendo de ella. Agradezco también el legado de grandes mujeres que me anteceden y anteceden a mi mamá Lulú: mi abuela Ofe, mi bisabuela Luz, mi tatarabuela Rita. Mis tías, de los dos lados de mi familia: Yolis, Marce, Lore, Lucita. Las grandes madres de mis amigos, de mis conocidos, las grandes maestras que he tenido, la madre de mi novia, la Sra. Paloma, la mamá de mi sobrino, Mony, las que han sido segundas madres para mí en algún momento, como la Sra. Elsy… y un larguísimo etcétera que pudiera reducirse en las grandes mujeres que han estado de cerca en mi camino.

 

Finalizo este texto, agradeciendo a quienes lo han leído, y diciéndoles que paren, aunque ya mero termine, que paren y hoy y siempre busquen a sus mamás, las frecuenten, las perdonen si hay asperezas o rencores, y les sonrían, las abracen. Cuando recibió su Oscar por su papel en Whiplash, J.K. Simmons dijo algo que utilizo para cerrar este texto: Si tienen la suerte de tener a su madre viva en este planeta, llámenle, nada de mensajes, nada de correos, llámenle por teléfono, díganle que la aman, y agradézcanle, y escúchenla por el tiempo que quiera hablar.

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