En México puede desaparecer prácticamente lo que sea: desde 7 mil millones de pesos, 43 estudiantes, cajas negras con información muy valiosa, miles de mujeres, documentos incriminatorios a un honestísimo servidor público, etc. Pero lo que más se pierde, es la memoria. Se nos olvida, como sociedad, muy fácilmente los hechos. Total, “todas las penas con alcohol son menos”, dice un sabio proverbio mexicano. ¿Qué puede prevalecer después del sagrado clásico Chivas vs América? Lo más seguro es que una resaca o los triglicéridos hasta las nubes por tanta garnacha ingerida la noche anterior. En definitiva, somos un pueblo con memoria de pez. Hoy es noticia lo de las marchas feministas, mañana lo olvidaremos. Hoy es noticia lo de La Estafa Maestra—con mayúsculas para que no se nos olvide tan fácil—, mañana no. Hoy es noticia lo de Javier Duarte, mañana irremediablemente, no lo será. Pero aparte de ser muy malos como sociedad en las cuestiones de la memoria colectiva, también lo somos en la credulidad. Porque al ser un pueblo tan ignorante, nos resulta—o mejor dicho, les resulta— facilísimo el engaño. Si los santos y bienaventurados medios de la desinformación, nos dicen que una criatura maligna y deforme apodada “El Chupacabras”, amenazó el ganado mexicano en la década de los años 90, nos lo creemos. Si nos dicen que los dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey, brutalmente asesinados por el ejército, eran sicarios armados hasta los dientes, nos lo creemos. Si nos dicen que una casa, con un valor de más de 70 millones de pesos, se paga con el fruto del trabajo por años, siendo actriz—eufemismo— de telenovelas, nos lo creemos. Si nos dicen, que se acaba de descubrir que la tierra no es esférica, ni plana, sino un rumbo y que México es el centro del universo, nos lo vamos a creer. Por supuesto, que me refiero a la mayoría de los mexicanos, que viven sumidos desgraciadamente en la pobreza extrema, sin derecho a la educación, ni a los servicios básicos para la subsistencia. Y ni hablar de la clase obrera trabajadora, que vive desgraciadamente, con la falsa aspiración de que en este país se puede salir adelante con honestidad y trabajo, ¡rotunda falacia! y que vive maleducada, por las grandes televisoras. Que lo único en lo que han contribuido —y lo seguirán hasta su pronta e inevitable extinción—es a mantener sometida en la profunda ignorancia a sus fieles consumidores, manteniéndolos idiotizados durante generaciones a su “fina” programación.
Pero no todo es malo. Tenemos la inteligencia de lograr y armar todo un mecanismo idóneo para la corrupción. Tenemos la inteligencia para armar un plan perfecto que desvíe, para después, hacer desaparecer más de 7 mil millones de pesos mexicanos. Tenemos el gran logro de ser uno de los países con más muertes al año en el mundo, todo esto, sin ser un país en guerra. En fin, tenemos mayúsculos motivos para sentirnos orgullosos por ser el pueblo que somos. ¿Pero porqué no mejor estar bien informados, apagar la televisión, leer, pasar menos tiempo en el celular, estudiar, ser críticos, empáticos y menos violentos? No, eso es muy difícil, mejor préndele a la tele, que ya va empezar mi novela.