No cabe negar que Guillermo del Toro es un maestro de su medio. En su más reciente y aclamado filme, La forma del agua, esa aseveración no se contradice. Se trata, quizá, de la más redomada obra cinematográfica del tapatío, pero (siempre hay un pero), también de una de sus historias más lineales y flojas.
Me explico: La forma del agua es técnicamente impresionante. Desde la fotografía y la música hasta el diseño de sonido, los efectos especiales y el diseño de producción, todo es impecable. El mayor problema radica -y esto es ya sintomático en Hollywood-, en el guion.
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Para quien no lo sepa o sea astronauta y acabe de llegar a la Tierra: La forma del agua es la más reciente cinta de Guillermo del Toro. En ella Eliza, una mujer muda que se dedica a la limpieza en un laboratorio secreto del ejército durante los años 60, conoce y se hace amiga de un ser anfibio igualito a Abe Sapien de Hellboy (comparte incluso el gusto por los huevos) al que, posteriormente, decide liberar.
La resolución de los conflictos dramáticos en La forma, ocurre siempre de la manera más conveniente para el guion. Si el mejor amigo de la protagonista está indeciso sobre ayudarla o no a liberar a la criatura anfibia, en la siguiente escena el asunto se resuelve cuando el interés amoroso del sujeto se revela homófobo y racista. Si la protagonista necesita romper las cadenas de la criatura, el espía ruso estará allí con la llave. Si el malo, malo, malísimo (ni más ni menos que el General Zod) necesita encontrar a los protagonistas, seguirá, por pura corazonada, al ruso, justo el día en que el tipo se encuentra con sus camaradas.
Las insuficiencias mencionadas están, eso sí, bien solapadas por el uso magistral de los recursos cinematográficos, también ya mencionado. Es aquí cuando la forma del Toro salva La forma del agua. Sin esa pericia para el disimulo, para el ritmo y la hábil incidencia sobre las emociones del espectador, ni el guion ni la trama misma resistirían un análisis minucioso. Por mencionar sólo un par de ejemplos: el conflicto es maniqueo al punto del ridículo: el malo, el susodicho general Zod, es, además del malo, machista, clasista, racista, acosador sexual, fascista y un tipo en general desagradable. El desarrollo de la relación afectiva entre la criatura y la protagonista apenas si merece ese nombre, pues está construido a base de un montaje y una escena erótica forzada, salida de la nada.
En suma, La forma del agua es una buena película, una especie de cuento de hadas moderno, altamente estilizado, con muchos méritos técnicos y con una gran banda sonora que te deja obnubilado y lloroso cuando sales del cine, y con cara de “¿qué chingados?” cuando la analizas solo en tu casa.
NOTA SOBRE EL PLAGIO
En estos días surgió la noticia de un corto holandés llamado The space between us, cuya trama es, pues, exactamente la misma que la de La forma del agua, sólo que en un corto, realizado por estudiantes de cine, con una fracción mínima del presupuesto, y con una duración de 12 minutos, que salió a la luz en 2015. Sobre la posibilidad de un plagio se ha especulado mucho, y no quisiera añadir leña al fuego, pero tampoco meter la manos allí por del Toro, que tiene detrás un estudio multimillonario, un Globo de Oro y un ejército de abogados.
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Esteban Govea es guionista, narrador, poeta y lic. en filosofía. Es director del Encuentro de Poesía Emergente. Su libro Sexto sol: la batalla secreta de los dioses, está en el top 10 de amazon.mx., aunque él te invita a revisar también La poética robot. Tiene un blog de poesía y cosas así en www.elenervatorio.wordpress.com
