Si te confesara que agonizo
cuando rememoro cada momento
en que me encerrabas dentro de tu boca
para gritar todas tus verdades incomprensibles,
y que sonrío invocando un antiguo deseo
cada vez que el tiempo me revela
tus mortecinas expresiones de dicha,
tal vez comprenderías que el silencio
es menos confuso en nuestros refugios laberínticos…
Muéstrame el camino que lleva
al lugar donde nuestras miradas son voces
sin tiempo, oh belleza de identidades indescifrables…
Si te confesara que cada noche muero en tus labios
y que nada es más hermoso que tu grito sangriento
y que los ojos de nuestra incomprensión
no son más que aquellas promesas en donde éramos estatuas
que sonreían con una dicha semejante a niños
que nacen y mueren
en cada uno de sus llantos vacíos,
quizá me abandonarías al perpetuo estigma
de buscarme dentro de mis propios espejos
que me dañan tanto
con sus reflejos de paisajes sin tiempo.
Oh belleza de rostros enmascarados.