La persecución de los zurdos por Ricardo Yépez

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“Primero vinieron por los socialistas,

y yo no dije nada, porque yo no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas,

y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos,

y yo no dije nada, porque yo no era judío.

Luego vinieron por mí,

y no quedó nadie para hablar por mí»

Martin Niemöller

El pueblo no es sabio. Hace 40 años perseguíamos zurdos por ser hijos del diablo, mi hermano fue víctima de este linchamiento y aún no se repone de la guerra psicológica que recibió contra su persona. ¿Hace cuánto quemábamos brujas?, ¿Quién fue el principal acusador de ambos grupos?

El pueblo no es ignorante. A la muchedumbre le encantan los chivos expiatorios no por falta de conocimiento sino por crueldad y morbo. Adoran la sangre y desean las lágrimas en la casa del vecino. A final de cuentas, después podrán echarle la culpa de la hoguera, de la horca, de las muertes clandestinas a otros que señalen para el cadalso.

El pueblo no es creyente. La chusma es impía, se regocija en las fiestas de sangre, baila narcocorridos y celebra los muertos ajenos. El ominoso placer de torturar a otro los convierte en la criada de Elizabeth Báthory que azuza a la doncella dentro de la jaula para el placer de su ama, aunque una vez que ruede la noble cabeza excuse que lo hacía porque no tenía más remedio que seguir sus órdenes.

El pueblo es cruel y malvado. Los irresponsables «inconscientes» siguen buscando comunistas, espías, traidores, brujas, revoltosos, zurdos a quienes asesinar impunemente. ¿Qué me gano yo con sentir el sufrimiento de los marginados y señalados, si yo soy diestro, ordenado, creyente, leal, confiable y buen ciudadano? ¡A la horca todos, al potro, a la guillotina, a la cámara de gas, a la hoguera!

A mí no me engañas tú, ¿a quién has señalado esta semana para tu deleite?

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