Cuando era niña mi mamá me cantaba un son para que me pudiera dormir. Se llamaba El Cascabel. Creo que me gustaba porque decía que sonaba sobre la arena y porque repetía muchas veces la palabra oropel. No sabía que significaba esa palabra, pero imaginaba que eran las partículas de polvo que traslucen por las ventanas cuando sale el sol. Ahora canto algunas veces aunque no esté a punto de acostarme. Ni siquiera necesito tratar de recordar la melodía igual. Puede ser que la pronuncio como un acto reflejo pero también, me gusta pensar, como una oración. He visto señoras repitiendo las cosas que deben comprar antes de regresar a su casa y niños estudiando capitales y tablas de multiplicar cuando van a la escuela y a mi Abue contando qué lleva y cómo cada comida y mujeres y hombres balbuceando lo que van a decirle a alguien. Hacemos listas que se convierten en líricas porque nos van contando lo que no debemos olvidar. Aunque, quizá, a veces lo que nos cuentan es nuestra historia.
Listas líricas por Gabriela Cano
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