Notice: Function _load_textdomain_just_in_time was called incorrectly. Translation loading for the wordpress-seo domain was triggered too early. This is usually an indicator for some code in the plugin or theme running too early. Translations should be loaded at the init action or later. Please see Debugging in WordPress for more information. (This message was added in version 6.7.0.) in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-includes/functions.php on line 6114

Deprecated: Creation of dynamic property Fox_Framework_Term_Metabox::$tax is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/admin/framework/tax-metabox.php on line 51

Deprecated: Creation of dynamic property Fox_Import::$demos is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/admin/import.php on line 122

Deprecated: trim(): Passing null to parameter #1 ($string) of type string is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/styling.php on line 583

Deprecated: trim(): Passing null to parameter #1 ($string) of type string is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/styling.php on line 583

Deprecated: trim(): Passing null to parameter #1 ($string) of type string is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/styling.php on line 583

Deprecated: trim(): Passing null to parameter #1 ($string) of type string is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/styling.php on line 673

Deprecated: trim(): Passing null to parameter #1 ($string) of type string is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/styling.php on line 673

Deprecated: trim(): Passing null to parameter #1 ($string) of type string is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/styling.php on line 673

Deprecated: trim(): Passing null to parameter #1 ($string) of type string is deprecated in /home/u957982823/domains/golfa.mx/public_html/wp-content/themes/fox/inc/styling.php on line 673
Maimónides knew it | G_lfa

Maimónides knew it por Míkel F. Deltoya

El pasto recién podado siempre genera escozor. Dolor mudo para la planta cercenada, urticaria para el que pasa.

Tenía un conocido, “amigo” lejano. Entrecomillo la palabra porque no sé si pueda decir que lo hayamos sido. Era mi contacto en Facebook. O sea que alguno de los dos (por más que intento no recuerdo quién) le mandó solicitud de amistad al otro. Nunca hablábamos, jamás cruzamos palabras, pero puedo decir que le agarré mucho cariño. Él trabajaba de asistente en la biblioteca del pueblo, creo que era primo de la directora del lugar. La señora, que tenía una sonrisa de político corrupto, le consiguió ese trabajo. Yo lo conocí en la fiesta de Jaz, una noche completamente olvidable, una fiesta de rollo mediano, abarrotada de silencios incómodos y gente revisando el celular. Ahí estábamos diversos grupos de amigos de Jaz, creo que en aquel momento ella y mi “amigo” estaban haciendo el servicio donde mismo, y por eso lo invitó.

Mi “amigo” se llamaba José López. El nombre más común y olvidable. Tenía no sé si 29 o 30, y en su perfil a cada rato publicaba sus viajes; su placer por la lectura; el link a un video gracioso de un gatito; un artículo del periódico; y a veces, vaivenes de su día con día.

Yo lo seguía de manera esporádica. Leía, aunque sin interactuar, sus estados. Miraba con ahínco sus momentos. Le tenía mucho aprecio, a tal grado que lo consideraba cercano a mí.

Yo casi nunca publicaba nada. Mi foto de perfil seguía siendo la misma durante seis años, y lo hubiera sido durante otros cuatro más, de no haberla cambiado por un moño negro el mismo mes que falleció mi hermana. En mi foto era yo, sonriendo para la cámara. Una selfie que me tomé cuando hice mi perfil. Nada del otro mundo.

El caso es que una mañana, revisando mi newsfeed, vi cosas cotidianas: le di like a la foto de Gema, mi amiga del trabajo, que aparecía con una cara rebelde mirando a la cámara. La foto se la tomó Raúl Alberto, un fotógrafo que curiosamente estuvo conmigo en la prepa. Escribí “jajaja” al meme que compartió Eréndira, una imagen de un perrito dormido y la leyenda: Yo, todos los viernes por la mañana. También entré a un link de una noticia sobre un niño atropellado en el sur de la ciudad. Y vi el vídeo de como preparar pay de Oreo. Pero nada de José López. Nada de nada.

En principio lo ignoré, seguí mi rutina, hasta que más tarde decidí entrar a su perfil, y sorpresa, me había eliminado. Sentí una presión en el pecho, un calor en los hombros y helada la frente. Mi corazón latió poquito, luego mucho. ¿Por qué me había eliminado? ¿qué le había hecho?

Me puse triste. El resto de la tarde, aunque trabajando, no pude pensar en otra cosa. Nunca habíamos hablado, al menos no tanto. De la noche en que lo conocí, recuerdo que de manera grupal conversamos sobre caricaturas de los noventa. Sí, ya recordé. Él me había agregado a mí y a todos los que estábamos en la mesa. Me preguntó cómo venía en la red, porque encontrarlo a él entre millones de Juanes López era complicado. Le pasé mi Face, luego me mandó solicitud, misma que tardé unas semanas en responder…

Al terminar mi jornada de trabajo, me dirigí a la parada de camión. Saqué mi celular. Estaba en disposición de escribirle, de preguntarle si todo estaba bien, de cuestionarle por qué me borró. ¿Sería conveniente?

Entré a su perfil, luego la opción de “mandarle un mensaje” y entonces se abrió la conversación. Nunca habíamos hablado por Messenger. Me quedé un rato pensando. No, mejor no. No es necesario. Qué pena.

En eso pasó mi camión. Metí mi celular al bolsillo, le hice la parada y me subí. Estaba llenísimo de gente, como acostumbra a esa hora. Entre empujones me pude acomodar en un recoveco y saqué mi celular. Se habían mandado una serie de mensajes sin sentido. José, que se la vivía en su celular, los vio.

“sddfffffffffffffffffffffffff”.

“??????” me contestó.

Moría de vergüenza.

“Perdón, me equivoqué”.

“A ok” escribió de vuelta.

Y así se quedó un rato la ventana. Me salí, quise ignorarlo. Pero era inminente. El no tener a José López en mi lista de amigos era como si una parte de mí muriera. Como su irrelevancia, en sumatoria de la realidad, fuera importante para mi insignificante vida.

Volví a la ventana.

“Y cómo te ha ido?”

“bien” contestó a secas.

Me dolió un poquito más el pecho. El camión daba pronunciadas vueltas, los pasajeros rebotábamos entre nosotros. La respiración pesaba, pero yo había desarrollado un súper poder para revisar mi teléfono y sostenerme de cualquier barra.

“Me da gusto”, le respondí. Y reflexioné, pensé las cosas. Una señora, frente a mí, abandonó su asiento a lo que tomé ese lugar. Volví a reflexionar, a deletrear meticulosamente una respuesta en búsqueda de, curiosamente, respuestas. Entonces teclee:

“oye, todo bien? vi que me eliminaste?”

Lo borré. Después reintenté: “oye, te quería decir que se me hizo raro que ya no estoy en tu lista de amigos y quería ver si todo estaba bien”

Lo borré de nuevo. No quería lucir demente. Infame.

“oye, a propósito… me di cuenta que me eliminaste de tus amigos, te hice algo malo?” escribí, y envié antes de querer suprimirlo de nuevo.

El mensaje llegó. Fue visto.

Y hubo mucho, pero mucho silencio.

Pasó el rato, me tocó bajarme. Caminé unas cuadras mientras esperaba respuesta. No hubo ninguna. No habría ninguna. Yo y José López nunca fuimos unidos, pero me había familiarizado con él, lo sentía como íntimo y estaría dispuesta a salir y tomarme un café, comentarle que sus memes de gatitos se me hacían tiernos y que me gustaba una foto que había subido en la biblioteca.

Debí haber reaccionado más y mejor. Debí haberlo saludado cada que pudiera. Decirle que se veía bien, darle “Me encorazona” a sus logros como cuando terminó la maestría, o se compró un carro. Debí haber puesto “Me entristece” cuando murió su perrita. De ser así, aún seguiría en mi lista de contactos.

Caminé hasta que llegué a una de las bancas del parque frente a mi casa, me senté y miré al cielo. A escasos metros, un fulano con un paliacate cubriéndole la boca y unas gafas protectoras cortaba el césped con una de esas máquinas que tienen hilos que giran muy rápido. Había leído (probablemente a través de Facebook) que cuando cortas el pasto, las plantas liberan un mecanismo de defensa, es un llamado de auxilio, una última defensa, una venganza suprema. Empezaron a lagrimear mis ojos, a escurrir mi nariz, luego me dio comezón e irritación de la garganta. ¿Por qué me eliminó José? ¿Qué le habré hecho? Ya no importa. Prometo que dejará de importarme. El pasto recién podado siempre genera escozor: dolor mudo para la planta cercenada, urticaria para el que pasa.

 

____

Míkel F. Deltoya

Poeta y narrador. Licenciado en Letras Mexicanas por la UANL. Ha publicado Trivium Fronterizo, Ciudad enteramente construida, Aridoamerican Standoff y fue uno de los compiladores de la antología Espasmo (muestra de poetas de Monterrey nacidos entre 1986-1997). Estudioso de la literatura norteña, la intertextualidad y la cultura digital y pop. Actualmente se dedica a la docencia en Monterrey, ciudad en que reside desde 2011.

Historia Anterior

Ella por Ariana Acevedo

Siguiente Historia

Zurdera por Marjha Paulino