Mars, yo te apoyo por Pollo Muñoz

"Desempeñas trabajos que odias para comprar cosas que no necesitas para impresionar a personas que no te agradan"

Tyler, El club de la pelea

Quisiera que cada que escribo una columna no tenga que referir por fuerza lo que acontece en las redes sociales… es imposible. Simplemente no hay manera en la que “lo viral” no nos tome por asalto y nos obligue a reflexionar acerca de cosas tan banales que, por su sencillez y generalidad, son dignas de un profundo análisis.

“La Mars” es una joven de 16 años que, emulando a las estrellas virtuales que hemos creado, decidió tomar un celular, grabar un video y subirlo a redes sociales. La acción por sí misma no debió de haberle tomado más de 10 minutos, pero ese tiempo fue suficiente para que el día de hoy ella tenga un contrato laboral con una emergente empresa enfocada en redes sociales.

El lenguaje vulgar y la mala articulación de la joven no fueron un obstáculo para saltar a la fama, de hecho, en el mundo de los “vloggers” basta con unir en una oración dos o tres frases hilarantes rematadas con una grosería para ser exitoso. Si en alguna de mis columnas yo escribiera que “mi vecina esta sabrosa”, acto seguido sería linchado públicamente e incluso me haría acreedor a una sanción administrativa; no sucedería lo mismo si “El Escorpión Dorado” la invita a su programa y se refiere a ella como “una muñequita riquísima a la que le exprimiría toda su jugosidad”.

Somos hipócritas y absurdos: exigimos respeto, pero con cada vista a un vídeo impulsamos la fama de gente que se vuelve millonaria por hablar incoherencias frente a una cámara. Por eso no debería de extrañarnos que “La Mars” y miles de jóvenes se sientan alentados a dejar la escuela y al “maldito sistema represor” con la promesa de fama y fortuna. La democratización de los medios no ha significado más y mejor información, desde mi punto de vista, lo único que se ha vuelto más asequible es la posibilidad de ser famoso sin ningún mérito.

Analicemos el mensaje de “la Mars”, las expresiones de enojo, rabia e impotencia que han hecho que muchos la califiquen de inmadura y otros nos enfoquemos en el fondo de su mensaje. En muchas cosas coincido con ella, de hecho, creo que hizo pública la frustración de miles de personas que hemos terminado la educación superior o que incluso contamos con un posgrado.

 

 

 

Definitivamente la formación universitaria no es garantía de encontrar un trabajo, mucho menos uno que sea afín a tu formación. En México, el desempleo se eleva conforme las personas tienen un mayor nivel educativo. Cientos de veces hemos escuchado que las universidades “son caras” porque hay profesiones en las que los sueldos promedios son más bajos que las colegiaturas, y ese es el problema, no los sueldos, sino la lógica simplona de que uno asiste a la escuela para capacitarse y empezar a trabajar. En un mundo donde lo material es el punto de referencia, la formación académica se entiende como una inversión para poder seguir comprando.

Las universidades (todas) son deficientes, tienen algún grado de corrupción y se basan en relaciones clientelares. Anteriormente el contar con una licenciatura era una garantía para lograr una mejor calidad de vida y considerarse una persona culta e instruida, mientras que ahora, basta con acreditar materias para presumir el título de Licenciado y posteriormente incorporarte al mercado laboral que ofrece condiciones propias a las de una esclavitud disfrazada.

En efecto, el sistema está corrompido, es absurdo que existan planes de estudio de disciplinas afines a las ciencias sociales en los que no es necesario presentar un proyecto de investigación. Hacerlo reduciría el número de titulados y eso significaría menos presupuesto para viáticos, turismo académico, canapés y sueldos inflados de los rectores.

La investigación ha quedado como una práctica en extinción, se ha llegado al absurdo de producir en serie programas de posgrado en donde todos los maestrantes cuentan con una beca y todo con la finalidad de maquillar las cifras del desempleo. Este efecto es peligroso porque una vez que los actuales estudiantes de posgrado terminen sus estudios, sentirán mayor frustración al ser mano de obra “demasiado calificada”.

No todo es malo en las universidades o en el sistema educativo, de hecho, los recuerdos más gratos de mi juventud, así como mis mejores amistades fueron las que forjé en la escuela, eso no significa que la única manera de ser exitoso sea pasando por un aula. El sistema es obsoleto y su enfoque es utilitarista, por eso insisto, no se deben tomar a la ligera las expresiones de una joven que, si bien buscaba fama, en un arranque de frustración expresó su sentir. Lo peor del linchamiento es que, en un país en el que en promedio cada persona lee dos libros al año, ahora resulta que todos son estudiantes destacados y se preocupan por su educación.

La forma de impartir conocimientos debe modificarse, el hecho de que los jóvenes se expresen mal de la escuela no debe ser motivo para ridiculizarlos sino todo lo contrario, se debe de encontrar la forma para que las nuevas generaciones se sientan atraídas por la ciencia y el conocimiento, debemos todos aportar para que el centro del debate no sean los sueldos sino el aprendizaje, no importa si este se consigue en una biblioteca, en un taller, en un curso en línea o en una universidad.

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