Me encanta tu silencio,
sobretodo ésa parte donde no dices nada
y piensas que alimentas mi incertidumbre
pero ignoras que solo has dejado de hablar.
Para mí suerte
los dedos de tus pies
te desmienten,
me miran como queriendo decir algo,
sin envargo, tú arrogancia contrae
tu sistema nervioso
y los esconde bajo la sábana.
Por suerte,
en el grande que quedó afuera
descubro algunas cosas;
por ejemplo que eres catastrófica y sublime
hasta cuando te enojas,
y que también necesitas
otros zapatos porque los que tienes
ya están rotos y le han sacado un pinche callo.
Creo que encontré la razón de tu mal humor
y la causa de que nuestros sexos
no se encuentren ésta noche.