Llegué a la consulta del otorrino más que nada por recomendación de otro médico general que ya nada pudo hacer por mis síntomas. Un mes y medio antes, si recuerdo bien, había acudido por mareos y un zumbido en los oídos que jamás había persistido tanto.
La presión estaba por los cielos y, para el mareo, me había recetado algo cuyo nombre no recuerdo y, para el caso, no me alivió y solo me hizo sentir casi, casi, flotar.
Regresé; la presión, que me había recomendado medir diario por las mañanas y al anochecer, volvía a su estado normal, el mareo había bajado, pero el zumbido en los oídos no (ni se ha quitado). Fue entonces que me recomendó asistir a un otorrino, pues a simple vista, él no había notado nada malo.
El otorrino, tras revisarme, detectó una irritación en la garganta por un reflujo que yo la verdad ni sentía y un tímpano que no se movía; fuera de eso, nada realmente preocupante.
Lo preocupante vino tras la revisión, cuando se me quedó mirando y me dijo: «Por lo que me has contado y por cómo te he visto que entraste a la consulta, con los hombros rígidos y las manos… que, si ves, no has dejado de mover, lo que tienes es una ansiedad bastante alta. Voy a recomendarte que tomes terapia, procures tener una buena dieta. Voy a recetarte Melatonina, para regular tu sueño y…
… vas a tomar Escitalopram, una diaria durante al menos seis meses, es un ansiolítico y…»
Y ahí dejé de escuchar. Ahí me sentí peor de cómo había entrado en la consulta. Yo, que siempre había podido salir de mis crisis, que era una chingona a la que nunca habían medicado, que sentía que eso era para los débiles… ahora estaba prescrita con Escitalopram.
No era posible.
Hasta me enojé, me enfurecí. ¿En qué pinche momento vine yo a llegar a esto?
No sé si pasé por la etapa de la negación; solo recuerdo que, sin más remedio, comencé a tomarme lo que me había recomendado el médico. Al fin y al cabo, en farmacias me costaban menos de cien pesos, y eso ya era ganancia en este mundo lleno de mil gastos.
La primera noche, que no sé si había sido por el ansiolítico o por la melatonina, sufrí de calores tipo menopáusica, que en pleno diciembre boté todas las cobijas y el 90% de la ropa, pues sentía que me sofocaba…
La primera semana no hubo cambio. Seguía sin tener ganas de levantarme de la cama, sin querer limpiar la casa… y solo dormir.
El primer mes… al primer mes me sentí más relajada, con más energía, con más ganas de hacer cosas, y vi que sí, que había un cambio y estaba valiendo la pena.
Comprendí en terapia que siempre había tenido las herramientas para poder superar las crisis de ansiedad que me daban porque ya estaba curtida. ¡Y cómo no, si desde los quince me estrené en esto! Pero ahora, a mi edad adulta, en medio de una pandemia, de haberme por fin independizado de casa de mi madre, de estar superando un amor que me procuraba más estrés que otra cosa… colapsé. Mis herramientas dejaron de ser las adecuadas para el pico de ansiedad que ahora tenía… y era menester echarme una manita para poder superar esto.
Sin más vueltas, ni tantos detalles y tras haber cumplido más de un año con Escitalopram, simplemente quiero decirles, a los que apenas lo están tomando o están dudando de tomarlo pese a que ya lo tienen recetado, que se echen un brinco de fe.
Sé perfectamente que no a todos les cae bien; algunos se levantan cansados y con sueño. Pero a otros, como a mí, les ha venido de maravilla.
Esto no es un comercial de promoción, nadie me paga por esto.
Lo que quiero decir es que… si la vida de por sí es dura, sin ayudarse uno mismo, peor.
Me encanta cómo no he necesitado en mucho tiempo hacer ejercicios de respiración para calmar mi pecho acelerado, los mil y un millón de escenarios posibles a una situación que ya pasó o a algo que ni siquiera pasa o pasará. Cómo ya no me sudan las manos antes de verme con alguien, ni las interminables ganas de ir al baño sin tener que ir al baño. O el disfrutar de una película en una sala de cine llena de arriba a abajo (aunque sigo necesitando estar en una orilla de la fila de asientos). Me encanta cómo, de haber reducido los pensamientos suicidas (gracias a alguien más que nada) a un 60%, con las pastillas han bajado todavía más.
Esta es mi experiencia, que nunca será igual a la de ninguno porque todos somos únicos e irrepetibles, pero si de algo les sirve, ya sea para seguir con el tratamiento o empezarlo, me doy por servida. Porque sé de ansiedad y sé de depresión y no me imagino otros 30 años más, sintiéndome mal. Porque, como de momento no he de acabar conmigo, por lo menos hacer las paces y hacérmelo llevadero, que con Aidan convivo las 24/7.
PD.: Porque mexicanos y pregunta obligada, ¿puedo pistear mientras las tomo? Sí, pueden. Sin embargo, les recomiendo que, con mucha calma, porque luego el cerebro suele desconectarse de un segundo a otro (no es broma) y podemos tener episodios muy feos sin tener control de nosotros mismos (algo así como una crisis psicótica). Y recordar nada al siguiente día.
De ansiosa a ansiosos: Dense un chance. Y respiren, incluso si eso es con ayuda del Escitalopram.
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