Anteriormente fui futbolista. Sí, lo sé, llegué a jugar en tercera división con Las Garzas Salvajes de Guadalupe. Defensa central, señor. Es en serio. Fui novio de Marcela Mora, la del canal siete cuando apenas era edecán del programa de aficionados. Nunca le entendí al americano, mi papá decía que tenía cuerpo para ser liniero pero siendo sincero, señor, no le entendí jamás. Para mi señor padre eso fue una decepción y no aceptó mi carrera como pambolero, me decía que qué era eso de andar enseñando las piernas, como si andar en mallones fuera muy varonil ¿verdad? ¿A usted le gusta? Una disculpa si lo ofendí con eso.
Desde morro me metí duro al deporte, quería ser profesional, ya sabe, andar en aeropuertos y con carro bonito, del año, pues. Cuando fuimos a Celaya a jugar una semifinal lo vi por primera vez en la plaza del pueblo, era vocalista de la MS, sí. Bueno, luego supe que era él. Todos los del equipo me empezaron a echar carrilla porque según me parecía mucho al cantante, que el que canta banda para allá, que el de la banda para acá, banda el defensa, mi bandita, banda, aquí y allá. Así se me quedó un tiempo; “El banda”. Un día pensé que hasta el perro Bermúdez me iba a decir así cuando debutara en la primera, ¿se imagina? “Y ahí tienen dominando el balón con una técnica excelsa, con el número seis Sergio “El banda” Moreno”. De aquellas ¿no?
Dejé el fútbol porque ya me estaba haciendo viejo y nada que me llamaban a los buenos equipos. Me propuse hacer carrera como encargado de almacén en un Coppel una temporada navideña pero no aguanté. ¿Ha cargado mil bicicletas en un día? bueno, no sé si eran mil pero a mi me parecían esas, o más. Mejor me hubiera ido a jugar al Atlas, igual de jodido y triste pero sin esas jodas. No le va al Atlas ¿Verdad?, no ¿pues quién?, total. Es una chinga que no es ni bien pagada ni valorada por nadie. Recibir, entregar. El gerente era un mamón, nos hacía comprarle el desayuno todos los días y según nos alivianaba con horas extras pero al final puro pico, esos pagos nunca salieron. Ahí, en ese negocio, el de Emilio Carranza y Coss conocí a Samantha, la morra de la foto, mire, dele para atrás ahí en mi cel. La gordita. Ella fue la que me empezó a decir así; Julión. Se enamoró de mi en cuanto me vio. No se ría. Me decía “El terrenal” cuando pasaba frente a ella en una de las cajas. Ganaba bien la chaparita, aparte yo digo que se clavaba lana vendiendo cosas usadas como nuevas. Me hubiera casado con esa morrita pero para qué quiero una si puedo tener muchas. ¿No cree? Ella es la culpable de todo este asunto, me convenció a base de halagos de lo que soy ahora; Julión Álvarez. Pinches gorditas conflictivas. ¿A poco no?
No hombre, para nada, le cuento. Empecé como imitador del bato ese en una cantina del centro pero los viejos ni lo conocen y les vale madre, me corrían casi a chingazos. No lo consideran ni a él ni a mi, dignos de compartir la música y el trago en sus recintos según sagrados. Para esos cabrones no hay más que Los Invasores o Los Cadetes de Linares. Luego me fui al norte de la ciudad a los bares cherry, la banda se puso de moda y así fue como crecí, bueno, mi carrera. Mi fama se agrandó por todos lados, ya no era “El banda”, ahora sí me decían Julión.
¿Se ha dado cuenta? Todos nos roban, en todos lados alguien nos chinga. ¿Por qué no habría de robarme la imagen de alguien yo? Somos como dos gotas de agua. Fíjese bien. Hay quien dice que fuimos separados al nacer. Para esta pinche ciudad no hay más Julión Álvarez que yo y se chingó. No, señor, a ella nunca le mentí. Me contactó por Facebook para preguntarme cuánto le cobraba por una serenata y le dije la neta. $5,000 por hora, es lo justo, a la banda le pago yo y no crea que lo que traigo puesto es barato, no señor. Llegué puntual y la festejada, su amiga pues, luego luego corrió a abrazarme, me dio un beso de esos que hacen que a uno se le alborote el acá. ¿Me explico? ¿Quién era yo para romper su corazón diciéndole que no era al que ella se quería encamar? No es la primera, pero sí la más escandalosa, le digo que las gorditas así son, buenas pa’ la cama pero problemáticas hasta su madre. Se acabó la serenata y pues me invitó a quedarme. Sí me dio miedo el otro día que la vi en la televisión diciendo que esperaba un hijo de Julión, pobre cabrón. La de problemas que le espera, luego con estos buitres del periodismo, no, mejor me abrí. ¿Verdad? Yo no quería problemas, uno hace su vida con las herramientas que diosito le da, en mi caso la de ser un grandísimo cabrón.
Nunca me había sentido importante en la vida, oiga, ni siquiera cuando hice un gol que nos puso en la liguilla del apertura 2009. No crea, se siente bonito que a uno lo conozcan y le pidan fotos. Al principio no las cobraba pero luego pues uno tiene hambre; empecé a $50 la foto y luego le subía según el lugar. El año pasado me fui a Aguascalientes justo el día que el bato se presentaba en el palenque de la feria y me anduve paseando nomas dejando que me tomaran fotos y videos mandando saludos. Lo sé, soy un impostor, un mentiroso. Pero jamás sentí ser algo o alguien. Estoy solo, señor. ¿Usted conoce la soledad total?
Despertar siendo alguien para quien lo acompaña es chido, no pensaba hacerlo pero me adueñé del personaje. Creo que ni él disfruta tanto ser lo que es. Cuando uno no tiene nada real pues se lo tiene que inventar, creer de verdad porque si no es más fácil que se lo lleve la chingada. Les guste o no yo soy Julión Álvarez, mire, mis tarjetas lo dicen. Le mandé un mail pidiéndole chamba, ya ve que los famosos luego tienen dobles que hacen los trabajos peligrosos, ese fue mi error. No pensé yo que el señor Álvarez se fuera a molestar. Ya me imaginaba yo saliendo a cantar un rato mientras él descansaba, dando autógrafos. La firma me sale casi igual, la he practicado. Mire. No, a lo mucho pensé que me podían meter a la cárcel un tiempo pero esto no, mire que llegar nomás así y treparme no es lo que me esperaba. Pensé que era un levantón, me imaginé en un corrido y todo, de nuevo me hicieron sentir importante, deseado; una celebridad más a la que la delincuencia elige para hacerle daño. Mañana en todos los medios de comunicación: ¡Julión Álvarez desaparecido!
Loco no estoy, eh. No se ría. No pensé que los manicomios tuvieran ambulancias también. Debería encender la sirena, la gente espera y el público es exigente cuando uno llega tarde. ¿Ya pensó que pudiera estar equivocado? Le puede costar el trabajo lo que está a punto de hacerme. ¿Quién le asegura que no soy el verdadero? Nunca me han gustado las jeringas, un tiempo mis padres tenían que premiarme con golosinas cada que me iban a inyectar medicamentos. ¿Qué es eso? Amigo, el miedo lo hace a uno cometer muchas pendejadas, no se imagina cuántas. La soledad da miedo. Oiga, yo soy Julión Álvarez, nací en La Concordia, Chiapas, un 11 de abril de 1983, yo soy yo. El verdadero. Tengo sueño, señor.
Oiga…