Escuchar a Simone Mazzer por primera vez resulta un vertiginoso viaje por diversas emociones, ritmos y efectos igualmente vibrantes. Los antecedentes al evento señalan que esta cantante y actriz brasileña, con una trayectoria escénica de veinte años, ha conformado un manifiesto, desde el lanzamiento de su primer álbum en 2015, en contra de las normas sociales en cuanto a la apariencia física y la violencia que padecen los cuerpos fuera de los estándares de belleza.
Una búsqueda rápida de su música hace pensar que en su presencia y estilo bien podrían converger rasgos de Adele y Amy Winehouse por la profundidad de su voz grave, el dramatismo de la interpretación y los recursos jazzísticos. Sin embargo, el primer contacto ante Simone, de pie y al desnudo, echa por la borda todas esas preconcepciones estableciendo que ella es arrebatadoramente única y poderosa, aun con todas las referencias presentes en sus múltiples facetas.
En el bohemio escenario del Trasnoche, entre los jardines de la Exhacienda San Gabriel de Barrera, el primer sonido de Mazzer entre la penumbra es una respiración dificultosa, cercana a un llanto con sonidos nasales y constricción gutural, como si hablara otra lengua entre lamentos. Sh…
El piano suena in crescendo, mientras ella se posiciona al centro del escenario y de espaldas con un traje de licra en color nude que deja apreciar cada forma, amplitud y estrechez de su cuerpo, adornado por su cabellera roja y rizada.
“Olhos nus” es la primera pieza que interpreta conforme muy lentamente gira para descubrir su rostro y su frente en plenitud. La reacción del público, aunque el primer impacto haya podido provocar extrañamiento, es de embeleso ante su sensible interpretación.
La batería se integra para dar comienzo a “Sem lei”, al tiempo que Simone canta sobre desastres y bellezas con los brazos extendidos y los ojos cerrados, volviendo a quien la mira un cómplice absoluto de su sentimiento. Con la llegada de la guitarra, el trance interior se transforma en un performance físico.
“Oh crimen” da pie a un momento íntimo que evoca a los cabarets franceses y las baladas clásicas en la voz de Édith Piaf. De costado y sentada en una silla, la mirada y los gestos en las manos de la cantante crean imágenes al fondo del escenario, mismas que abruptamente son interrumpidas por el estruendo de la guitarra eléctrica y las alarmas.
Entonces de pie y con una falda sobrepuesta que la ha convertido en una reina de la noche, Simone se suelta el cabello, con lo que adquiere una fuerza y seguridad aún mayores para encarar al público interpretando “Conta Marinheiro”.
La coquetería es imperante en compañía de un pedestal al inicio de “Arrastao”, donde también se añade la música del acordeón y del bajo en una balada con sonidos de tango y rock. Este último género se adueña del escenario con “Mulheres livres”, un dinámico juego de luces y una ejecución que concluye en el suelo: “¡Que nada nos defina, que nada nos limite, que nada nos sujete, ninguna menos…Yo soy quien yo soy”.
Entre los asistentes, hay fanáticos de Mazzer y lusófonos que gritan: “¡eres bella, eres perfecta!”. La cantante da la bienvenida formal dejando ver su carácter amigable y relajado e interactúa en español compartiendo una que otra mala palabra del portugués para incluir a la audiencia en la siguiente canción, “Corpo”: “Meu corpo não é seu, nem o seu é meu, nem Deus sabe de mim, quem dirá eu. E se eu me apaixonar, meu Deus!”. En ese momento, baja del escenario para, tal como el nombre del espectáculo lo indica, dejar que las mujeres, provenientes de ciudades lejanas y otros países, expresen lo que su emoción las impulse.
De vuelta en escena, se quita las extensiones del cabello y porta un vestido metálico para cantar “Desmanche”, pieza que contiene algunos sutiles acorde de bossa-nova y cuyo fraseo corresponde más a un suave jazz. Luego, con un toque de dulzura, ritmos at tempo y un aire de funk, sigue “Corporal”, himno de aceptación y amor propio, celebración de la identidad física y la vida.
Para cerrar con la energía al tope, su canción probablemente más política, “Deixa Ela Falar”, reafirma su postura ideológica en cuanto a la lucha contra la violencia de género, y “Você vai continuar fazendo música”, del cantautor brasileño Rogério Skylab, suma su impetuosidad como una firme declaración del futuro hacia el que Simone, al igual que los increíbles músicos que la acompañan (Antônio Fischer-Band en los teclados y sintetizadores; Arthur Martau en la batería, guitarra acústica y guitarra; Navalha Carrera en la guitarra y Paulo Emmery en el bajo) se encaminan.
Con las manos apoyadas en la cadera, una luz roja inundando el escenario y ovacionada, Simone Mazzer concluyó victoriosa su presentación en el primer fin de semana del 52 Festival Internacional Cervantino, inaugurando así una serie de asombrosos descubrimientos que, como en cada uno de los últimos años, ha tenido lugar en este recinto.
Deja que ella hable
Simone Mazzer
12 de octubre de 2024
Ex-Hacienda San Gabriel de Barrera