La época postmoderna en que vivimos, nos exige ser productivos y obtener resultados inmediatos a necesidades físicas y/o mentales; necesitamos satisfactores rápidos ya que, no tenemos tiempo para perder, menos para llorar o envejecer. Somos atacados por mensajes que nos exigen convertirnos en seres rentables, que rindan en el trabajo, aunque no hayamos descansado lo suficiente por la noche. Podemos beber pócimas energizantes que nos mantendrán activos si estamos cansados, podemos usar desde un preservativo hasta pastillas que nos ayudarán a cumplir el rol esperado en las relaciones sexuales, tomamos bebidas para rendir más, o consumimos miles de productos para lograr ser individuos superiores a los demás; cuanto más deseo sexual despertemos, mayor valor social tendremos. Esto es un deseo que nunca conseguimos, perseguimos un imposible, por lo que terminamos frustrados.
Por desgracia, los niños también son víctimas de esta situación, y su deseo es crecer más rápido. Los niños desean tener barba, y las niñas senos desarrollados, tienen urgencia por ser atractivos, maduros y poderosos, tienen la fuerte creencia de que para tener éxito social tienen que ser sexualmente atractivos.
El sociólogo y activista Luis Berdeja define a la hipersexualizacion infantil como la exaltación de la sexualidad para obtener un mayor valor social, cuyo costo es una preocupación constante por la imagen corporal, que se puede ver desde dos ámbitos distintos: como una expresión cultural, o bien, como un comportamiento individual. Es la tendencia a enfatizar el valor sexual de la persona, por encima de cualquier otra cualidad, y se extiende con trágica rapidez a la infancia.
Aunque es una manifestación cultural, el hipersexualizar a una niña que viste minifalda, o a un niño que usa ropa no acorde a nuestras creencias y códigos; ya que somos los adultos los que decimos qué se ve como una persona mayor, dándole un valor a la ropa. La niña no va a decidir por sí misma que se siente adulta por usar determinada prenda.
Uno de los factores que han provocado este fenómeno, se debe a que los medios de comunicación no cuidan el contenido de su información, transmiten una programación con contenido para audiencias mayores durante el horario familiar. Los menores ven esto como algo normal, y los comportamientos y acciones se normalizan. A pesar de que no se puede responsabilizar en su totalidad a los medios, sí tienen gran culpa en la forma en cómo los niños observan varias conductas no propias para ellos, como son prácticas y abusos sexuales, consumo de alcohol, nicotina y/o drogas; salir a fiestas, y regresar a casa de madrugada, entre otras.
A los niños, en especial a las niñas, se les ha sexualizado como medio de mercadotecnia para vender una gran cantidad de productos, afectando su desarrollo natural como seres humanos. Hemos creado un estereotipo de mujer que, debe ser atractiva para los hombres, sexualmente; sin importar nada más, condenando a las niñas de toda una generación a seguir dicho patrón, a perseguirlo sin nisiquiera plantearse el cuestionarlo.
A un niño se le hipersexualiza, no por preguntarle si tiene novio o novia, sino por su comportamiento como adulto, por su vestimenta inadecuada, y por la percepción que tenga de la vida. Hay que aceptar que ellos tienen sentimientos. Y que pueden conectarse emocionalmente con otros niños; el problema surge cuando un adulto lo presiona para que actúe de manera indebida.
Para tener una niñez más sana, es necesario analizar nuestros propios valores y principios, aquellos que les estamos transmitiendo; cuidar que los contenidos a los que acceden por televisión o internet sean apropiados para su edad. Fomentar su sentido crítico, ellos necesitan conocer el mundo y la sociedad en que se mueven. Pero sobretodo inculcarles valores humanos.