Omara de mi corazón por Joan Carel

LeopoldoSmith/ArchivofotoFIC2019

Tal como cuando un niño se sienta a los pies de un sillón para escuchar las sorprendentes aventuras de una amada abuela, fue la velada con la hermosa voz de Omara Portuondo y sus historias de amor. Quién fuera Regina Orozco para estar a su lado, tomar su mano, aprender entre risas y unirse a ratos con ella en una canción.

Con la coquetería desinhibida que la caracteriza, Regina abrió la noche con algunas de las piezas más queridas del veracruzano Agustín Lara. Bien acertadas fueron sus palabras introductorias para la magistral y entrañable experiencia que estaba por acontecer: “poco después de que conocí a Omara, ella me dijo: ‘señorita, nunca llore por un hombre, mejor vamos a grabar un disco usted y yo’; cuando canto con Omara pierdo el piso, se me parte el corazón”.

Engalanada con el porte y la dignidad de la gran diva del Buena Vista Social Club que es, Omara llenó de luz el amplísimo recinto con tan sólo aparecer. Como si en realidad estuviera en una sala familiar rodeada por nietos que aguardan felices la llegada de su alegre y cariñosa abuela, pregunta con sincero interés “¿están contentos?”, a cuya respuesta emocionada asiente satisfecha “¡qué bueno, qué bueno!” y toma asiento en su lugar de honor.

Conforme transcurre la velada, impera ese ambiente de hogar gracias a la afabilidad y energía de Omara, quien a sus ochenta y nueve años no ha hecho más que matizar su virtuoso talento vocal y capacidad de interpretación. Sus manos tiemblan evidenciando su edad, pero a cada movimiento lo acompaña un vigor entusiasta. Su figura y su sonrisa son cautivadoras, pero, aunque verla fuese difícil por la distancia, su voz es suficiente para deleitar y conmover. Cual maestra de jóvenes que apenas inician la vida que ella ya ha experimentado, Omara enseña y consuela a cualquier alma dolorida, pues con su cantar comprende perfectamente las penas de amor: “solamente una vez amé en la vida”, “¿por qué te vas tan deprisa si la noche espera?”, “sufro la inmensa pena de tu extravío”, “¿sabrá Dios si me quieres o me engañas?”, “te devuelvo tu promesa de adorarme”, “¿cómo puedo aborrecerte si tanto te quiero?”, “piensa en mí”…

Omara no sólo canta, como una mujer sabia enseña con ejemplo y palabra a ser humilde y agradecido (la felicitación después de cada pieza a los excepcionales músicos), a valorar y respetar a cada persona sea mayor o menor (“¿ya vieron que bien canta la señorita?” dice cuando le toca permanecer en silencio), a ser honesto e íntegro (“¡jamás!”, responde a la pregunta sobre si alguna vez ha mentido), a ser paciente y empático (su tierno pudor ante la picardía de su acompañante), a tener determinación y seguridad (“¡yo tengo sabor a canela!”), a ser diligente en su oficio (el aire infinito en sus notas finales), a ser –aunque invitada– la mejor anfitriona (“¿quién te dijo que ya nos vamos?, yo aquí me quedo”), a dar amor tan solo con su presencia y, como buena cubana, ser feliz a pesar de cualquier dificultad.

“Veinte años” y “Dos gardenias” llegan al final de la reunión como un regalo especial traído desde su tierra. “¿Se las saben?", dice sorprendida y con sus manos llenas de años dirige, llama, felicita, agradece y hasta baila alegremente sentada en su sillón.

Sabia y profesional es Omara, aunque a veces se convierte en traviesa niña también. Con un gracioso “no…” evade temas que la sonrojan o esconde un poco la sonrisa cuando logran hacerla cómplice en bromas subidas de tono. “¿Otra cantante?”, juega cuando sus invitados le piden que no se vaya y baila sus amados sones entre sus pasos lentos que, a pesar de sus mensajes melancólicos, alegran y sanan el corazón. “Llora, llora, llora como yo lloré”, canta y la interrumpe finalmente la risa que, después de hora y media de bromas, ya no puede contener.

Definitivamente esta gala, además de los hermosos arreglos musicales y la atinada selección de las piezas, fue un pequeño paraíso gracias la deliciosa compañía de la inmensa Omara Portuondo, una noche para guardar por siempre en el corazón.

Omara Portuondo y Regina Orozco
Pedazos del corazón ​
13 de octubre de 2019
Explanada de la Alhóndiga

Fotografía: cortesía FIC

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