2020 nos vino a recordar lo vulnerables que somos. Lo fuerte que es la naturaleza. Y lo sabía que es la vida. Nos llevó a un hacinamiento social y mental; la forma cómo nos percibimos, y percibimos el mundo, fue sacudida: se hablaba de guerra, un nuevo orden mundial, una nueva normalidad. Y un sinfín de circunstancias semejantes. ¿Cómo afrontamos esto los millennials? Pues hacemos lo que un millennial hace: vimos netflix. A lo largo de diferentes publicaciones, hablaremos de una interpretación de diferentes series que podemos encontrar en esta plataforma, desde un enfoque social, axiológico y político, es pues, que hablaremos de series que hablan de grandes líderes sociales (reales o ficticios) y su crecimiento como personaje dentro de la trama, su toma de decisiones y cómo estos principios se pueden traspasar a la vida real y a la actualidad.
Vamos a iniciar esta odisea con una de mis series favoritas, y que actualmente no ha sido culminada: Imagina que vas a empezar a ver una serie, lo primero que ves son un par de ojos azules penetrantes cortesía de Travis Fimmel; en medio de una tormenta de plumas negras, y una sanguinaria batalla, ahí es cuando sabes que has tomado la decisión correcta al dar play.
Vikingos: una serie que retoma la historia de Ragnar Lodbrok, un joven granjero que logró ser Rey de Escandinavia, y que su fama perdura hasta nuestro tiempo. La serie nos muestra a un luchador con un pequeño sueño, el de asegurar para él, su familia y su gente, una vida cómoda y feliz, bajo unos estrictos valores vikingos que lo definían; no sólo como un gran líder, sino como un gran hombre. El episodio número uno nos muestra un panorama tenso, Ragnar era un idealista, con un gran compromiso y determinación por cumplir una modesta ilusión, la de tener las riquezas necesarias para vivir pleno y feliz (la riqueza que buscaba Ragnar es un tema para otro día), pero la simbología que nos desentraña ese capítulo es brutal, nos habla de que estamos a punto de iniciar un viaje del que no nos vamos a arrepentir de experimentar. El joven Rey sin corona aún no sabía lo que le deparaba el futuro, pero estaba seguro que quería ir lejos. Vemos tres símbolos únicos y que determinan el rumbo que tomara su vida: un cuervo, un Drakkar y a Floki, quizá existan demasiados spoilers, pero te pregunto; ¡¿Y qué tiene?! Adentrémonos a mi humilde visión de un artista que nos cuenta cómo pudo haber sido un hombre que pasó a la historia a través de los ojos de su humilde cantor. La simbología del cuervo se aprecia en dos momentos que hacen que, la mirada oscura y penetrante de este pequeño animal carroñero, nos transmita un fuerte mensaje.
Podemos ver como hay una duda presente en el futuro Rey, no está seguro de contar con la bendición de los dioses para lograr alcanzar sus metas, pero seamos realistas, si lo primero que ves es a un hombre que entiende cómo funciona el mundo que lo rodea jamás va a criar cuervos, los cuervos lo van a criar a él. Entre las penumbras, durante una noche oscura, cuando más no podía ver, un cuervo se presenta ante él y ente la sombras, una oscuridad conocida, una que ya le había acompañado, es ahí cuando lo entiende todo. Al principio del capítulo aparece una siniestra figura en medio de un graznar apabullante de guerreros, en el suelo, los sueños torrenciales de lo que pudo ser y no será, entre todo el caos, él sobrevivió y pudo ver. La muerte para un vikingo en batalla, era una forma de alcanzar su lugar en el gran salón para vivir en gloria, hasta el Ragnarök, el triunfo, el honor que todo hombre, y que todo vikingo, desea conquistar. Así es amigos, Odín aparece frente a Ragnar para recordarle que un hombre valiente, dispuesto a luchar por sus convicciones: está condenado al triunfo, aunque muera. Los cuervos son un símbolo que acompañaran hasta la tumba, un llamado de los dioses, esos de los que tanto reniega el proclamado hijo de Odín. Todo sueño está más cerca de ser cumplido cuando se da el primer paso, en este caso, cuando se da el primer tirón con un remo. Drakkar es el vocablo utilizado para decir barco que, se sabe único en la historia, con sus grandes ornamentas y que, sin duda, aterrorizaron las costas inglesas y francesas. Así es como inicia todo queridos lectores: con un sueño, y con los medios necesarios para empezar una pequeña embarcación que, te llevará muy lejos, hasta conquistar el oeste.
En aquellos tiempos, quién tenía el control de las tierras, podía buscar riqueza a través de los mares pues no era cosa fácil tener tu propia embarcación. Se requerían muchos recursos y aún más importante: manos, brazos, y mentes fuertes para remar tan lejos. El pequeño bote representa un plan, una estrategia que va de la mano con muchos otros elementos; como la tripulación. Pero esa es charla para otra entrega, ese barco también representa confianza, y no podemos hablar de un bote cualquiera cuando el constructor de ese bote es un descendiente lejano del dios de las mentiras, y uno de mis personajes favoritos de la serie, el famoso y elocuente Floki. El barco y su constructor son un sencillo mensaje, si quieres algo, no lo puedes hacer solo. Ragnar buscó a un apasionado de los botes. Él no era un carpintero, era un artista y un padre de sus creaciones. Quizá uno de los momentos que deja en claro esto, es cuando ve a Björn, y nos adelanta la grandeza de este nieto de Odín, otro legendario hombre nórdico, fuertes son sus palabras – Tienes los mismos ojos de tu padre – , haciendo referencia de que veía en el niño un futuro Rey, más grande que su padre. Así es, Floki es la locura que hace falta para asumir un riesgo en esta vida, pero no cualquier tipo de locura, una plenamente consciente de sí misma, tan segura como incrédula de la realidad, con la ambición de llegar a ser con, y pese a cualquier cosa. No quisiera extenderme más ya que estoy enamorado del desarrollo de este personaje, que termina siendo un amigo y un detonante para que la sangre siga llenando los ríos de la trama.
Ragnar Lodbrok, esposo, granjero, padre y Rey, amo de la trama y la determinación que logró conquistar tantas tierras que, no quería para lograr su sueño al cuervo como estandarte de esa victoria, que surcó los mares ante las tempestuosas trampas que nos ponen la vida durante nuestra travesía y que, nos recuerda lo lejos que puede llegar un ser humano cuando tiene la amistad incondicional de una mente poco convencional: irascible y apasionada. La mente de un joven que se convirtió en un gran jugador de ajedrez y estratega, la historia millenial de quién fue el más grande granjero que pudo conocer un pequeño lugar llamado Kattegat.