Rapsodia en agosto: “La conmovedora joya de Kurosawa” . Por: César Ruiz, de Flámina Films.

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Cuando pensamos en “El emperador del cine japonés”: Akira  Kurosawa, probablemente algunas de las obras que resuenen más profundamente en nuestra memoria son “Rashomon” (1950) o “Los siete samuráis” (1954), entre muchas otras. Pero no es muy común escuchar o leer sobre “Rapsodia en agosto” (1991) cuando se menciona a Kurosawa, y desde mi perspectiva es algo que debería suceder más a menudo ya que en éste, su penúltimo filme, podemos encontrar en la sencillez de una “historia familiar cotidiana”, un trasfondo asombroso de lo que significó un evento tan trágico como el bombardeo atómico por parte de los Estados Unidos a las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki, al final de la Segunda Guerra Mundial; lo que marcó profundamente (con justa razón) a la sociedad japonesa de aquella época, y más precisamente a los habitantes de estas ciudades (Nagasaki en el caso concreto de nuestro filme, objeto de comentario).

Analicemos un poquito el por qué de lo que el mismo Kurosawa llegó a mencionar en su momento sobre este filme. Para hacerlo, es necesario comentar que durante su estreno la película fue duramente sacudida por las críticas de varios periodistas que vieron en ella un retrato “victimista” de la sociedad japonesa, sin tomar en cuenta las sangrientas y despreciables acciones que el ejército japonés llevó a cabo durante la Guerra, en países como China y todo el sureste asiático; pero es aquí donde también considero que Kurosawa da una lección de sabiduría universal ya que el mencionó que su cinta no tenía el objetivo de ser una “película política”, y que de igual manera no justificaba las acciones realizadas por las tropas japonesas en aquellos años. Aquí es cuando viene la joya de la corona, Kurosawa respondió también: “Mi creencia es que la guerra no fue entre los dos pueblos, sino entre los gobernantes de Estados Unidos y Japón” y es que es algo que hemos podido explorar en cintas como “La Tumba de las Luciérnagas” (Isao Takahata, 1988), “La vida es bella” (Roberto Begnini ,1997), El pianista (Roman Polanski, 2002) o Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019), cintas donde se analiza y retrata (desde diversos ángulos y culturas) cómo al final, quienes llevan el peso de los horrores son los pueblos, las personas; independientemente de si eres Alemán, Italiano, Polaco, Japonés, etc. Todo ésto  sucede en gran medida por las ideologías radicales de ciertos individuos que están en el poder, y que no se toman ni cinco minutos para contar la tragedia humana, que las decisiones de su fanatismo, va dejando regada.

Pasemos a la trama de la película: Se centra en Kane (Sachiko Murase), una anciana sobreviviente del bombardeo a Nagasaki, que perdió a su esposo en dicho ataque, y en quien podemos ver claramente los estragos de la radiación, ya que ha perdido parte de su cabello (así como otros habitantes de la zona). Como Kurosawa lo relata, es una historia de verano donde Kane es visitada por sus nietos, quienes al principio no la aprecian mucho, e incluso son capaces de hacer bromas y comentarios bastante hirientes, aunque ésto a Kane parece no afectarle demasiado. Llega un momento del filme en que los jóvenes visitan un monumento en memoria de las víctimas del ataque nuclear, lo que los lleva a reflexionar sobre la situación y la dura historia de vida que su abuela tuvo que soportar,  mostrando a partir de este momento más respeto y empatía por ella. El otro punto central de la trama lo aporta la llegada de un telegrama desde Hawái, donde los hijos de Kane están con una persona que posiblemente sea  hermano de ella; él  tiene un hijo americano-japonés llamado Clark (Richard Gere),  después de la guerra hizo prácticamente su vida allá, se encuentra delicado de salud y uno de sus deseos es poder ver a su hermana antes de morir. Después de mucha insistencia, y a pesar de sus dudas, Kane se decide a realizar el viaje a Hawái, pero sólo después del Aniversario del Bombardeo del  9 de agosto; ante esta situación, su sobrino Clark realiza un viaje a Japón para ver a su tía: aquí podemos ver que éste último siente algo de culpa y dolor como americano-japonés,  por todo el sufrimiento que causó el bombardeo estadounidense. Hasta cierto punto puede parecer una historia cotidiana, pero ésa es la cuestión: toda la potencia del significado está en la cotidianidad y cómo en ella se va tejiendo el cúmulo de significados, valores y sentimientos (remordimiento, reflexión, perdón,  amor, cariño…).

Siempre he considerado que las mejores películas que se pueden realizar  sobre la guerra, son aquellas que transmiten el mensaje del horror que significó y el por qué de que estas situaciones jamás deberían volverse a repetir;  y no aquellas que se centran en la batalla, en las explosiones, en los disparos y en las demás cuestiones “rimbombantes”.  En este caso en concreto, sin dudas,  creo que Kurosawa retrata un encantador drama familiar: una historia que es capaz de llegar al corazón, que nos muestra una visión hasta cierto punto desconocida,  o de acceso más difícil; ya que en occidente estamos más acostumbrados a ver la historia a través de los ojos de los “aliados”, pero ignoramos el sufrimiento de los pueblos, como el italiano o el japonés.

“Rapsodia en agosto” es un filme que me parece invita a la reflexión, a  la fraternidad y al perdón:  aspecto  que se ve demostrado, de manera increíblemente hermosa, con la relación que se puede observar entre Kane y su sobrino Clark.

Es una obra que si tienen oportunidad, deberían darle un vistazo;  les aseguro que no tiene pierde: los hará probar sentimientos y emociones muy profundas.

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