A mi papá, a mis hermanos, a mis amigos: por favor, que no dejen que me olviden…ustedes no me olviden.
De las muchas imágenes que circularon en redes sociales por la conmemoración del 8M, hay una que me estremece hasta llorar: foto de Luis Castillo, padre de Esmeralda Castillo, desaparecida hace 12 años y por quién él marcha con su foto cada año. Se me hace un nudo en la garganta de pensar en el dolor y la desesperación en que viven su papá, su familia, sus amigos. Pero no la olvidan. No dejan que la olvidemos. También me siento un tanto culpable, por no saber todos sus nombres, por -en veces- verlas como cifras-, hoy les digo: lo siento mucho, trataré de recordarlas más allá de los 5 minutos que los medios les dedican.
Pero, ¿Cómo recordar el nombre de 10 mujeres nuevas cada día? Me llena de ira y, al mismo tiempo, ¡¡No tendría porqué acordarme de ellas en primer lugar!! Ellas tendrían que estar aquí, viviendo. Porque el caso de Esmeralda y su papá, es uno de los cientos de miles que pudimos atestiguar en las marchas, no sólo de la CDMX, sino en todo el país…
Cuando me hice mi primer tatuaje no muchos en mi familia estaban de acuerdo, entre ellos mi mamá. Ella me increpó sobre el beneficio que podría traer que yo me tatuara, a lo que frustrada respondí “mínimo, así me reconoces rápido en la SEMEFO”. No le hizo gracia el comentario…yo tampoco lo dije en broma.
Claramente las razones de mis tatuajes (predominantemente “porque quiero ¿y?”) no son que sirvan como marcas para reconocer mi cadáver. Sin embargo, muy en el fondo de mi cabeza, una voz me susurra que al menos es un plus. Y es que con un dedo no se tapa el sol. Tan sólo el 8 de marzo de 2022 16, sí DIECISÉIS, mujeres fueron asesinadas…¡¡asesinadas el día en que marchamos porque no nos maten!! Con esos números, es sólo cuestión de tiempo para que le pase a alguien muy cercano…para que me pase.
Y es que no sé si los hombres alcanzan a dimensionarlo, pero se los digo: vivo, vivimos, con el miedo real y constante de ser asesinadas. Y es cierto, me hela la sangre pensar que mi cadáver jamás sea reconocido. Quedar abandonada en una fosa común o, peor, en una clandestina hasta que de mí no queden más que huesos. Así que un consuelo insignificante para aliviarlo es pensar que, mínimo, alguien podrá reconocerme por mis tatuajes.
Habrá quién me tache de exagerada, pero reitero: papá, si me matan, marcha por mí. Hermanos griten, protesten, lleven mi foto y repitan mi nombre…porque en este país nos acosan, nos violan, nos matan.
Se nos critica porque supuestamente vemos violencia en todos lados. Y se demeritan nuestros argumentos. Se ha dicho una y otra vez “¿querrías que algo así les pasará a las mujeres que conoces?” obteniendo nulos resultados, porque ellos creen que nunca les pasará a las mujeres que quieren y aman. Bueno, permítaseme pinchar sus ilusiones. ¿Qué me dirás ahora que yo te digo que sufrí de abuso sexual? ¿Qué opinas ahora? ¿Sigo siendo una exagerada?
Y que este balde de agua fría no sólo sea para los hombres cercanos a mí. Qué lo sea para todos. Dependiendo de la edad que tenga el caballero lector, estoy segura que entre tu mamá, tu hermana, tu pareja o amigas hay varias víctimas de algún tipo de violencia. Atrévete a preguntar y si alguna vez te cuentan su historia, atrévete a mirarlas a los ojos y decirles que están exagerando.
Vivo con miedo de ser asesinada porque ya he sido víctima de violencia -no sólo sexual- a lo largo de mi vida. Aquel comentario que le dije a mi mamá no era broma porque si ya le pasó a tantas mujeres, bien puedo ser yo la siguiente. Y lloro de ver a Mauricio, papá de Fernanda*, porque veo a mi papá haciendo lo mismo…
El 8M no es un “feliz día a todas las mujeres presentes”, es un día para recordar a las que ya no están y a las que están, estamos, a pesar de todo. El 8 de marzo guarda silencio, apaga tus ideas un poco y escucha. Escucha los nombres, las historias…entre ellas hay nombres que ya te sabes.
*Asesinada de un disparo a la espalda a los 19 años.