Parásitos por Esteban Govea

Parásitos, reseña

por Esteban Govea

 

La más reciente cinta del director surcoreano Bong Joon-ho, Parasite, es una obra que trata sobre las diferencias irremontables entre las clases sociales.

            La película trata sobre una familia de clase trabajadora que ha caído en la desgracia económica. Padre, madre, hijo e hija viven precariamente en un semisótano de una gran ciudad. Desde la magistral secuencia de inicio donde se nos presenta a los personajes, vemos a la familia recorrer los rincones de su casa en busca de una señala abierta de wi-fi. Se nos muestra poco más tarde que la familia intenta encontrar un trabajo digno y remunerado, pero sólo consiguen uno doblando cajas de pizza. Un trabajo que resulta ingrato y mal remunerado.

            La situación cambia cuando el hijo, Ki-woo, es visitado por un amigo que estudia en la universidad. Dicho amigo regala a la familia una piedra rara de la que se dice que es un amuleto para la riqueza. Además, le pide a Ki-woo se encargue de dar las clases de inglés a su alumna mientras él se va de viaje, porque la alumna le gusta y él está pensando en invitarla a salir formalmente cuando regrese, pero no confía en ninguno de sus otros amigos, quienes de inmediato le tirarían la onda; pero no Ki-woo (porque no tendría oportunidad con ella, debido a su precaria situación económica).

            Así, Ki-woo se presenta en el domicilio de la familia Park, que resulta ser una moderna y bellísima mansión, obra de un arquitecto famoso. Pero Ki-woo es ingenioso y audaz (como todos en su familia) y pronto se aprovecha de que el hijo de los Park es percibido por su madre como un genio artístico, y menciona que conoce una maestra de arte que se especializa en niños pequeños con gran potencial.

            La señora Park muerde el anzuelo y pronto tenemos a la hermana de Ki-woo, Ki-Jeong, fungiendo como la nueva maestra y terapeuta artística del niño. Ambos hermanos mantienen, no obstante, la farsa de que su relación es meramente profesional y que no se conocen. Esto les permite darse cuenta de las flaquezas del chofer y la ama de llaves para hallar la manera de correrlos e instalar a su padre y madre en esos puestos, respectivamente.

            Durante el segundo acto, la familia Kim trabaja para la familia Park, ocultando siempre su parentesco. El señor Kim incluso pide a su familia una oración por el señor Park, de cuya casa ahora vive toda su familia, sobre todo “en una época en que un trabajo de guardia de seguridad atrae a quinientos graduados”. También se nos menciona cómo la familia Kim cayó en desgracia, a pesar de haber tenido varios empleos y negocios, y de ser todos individuos capaces y trabajadores. Lejos de ser unos aprovechados del sistema son, como tantas familias mexicanas, víctimas de un sistema económico que los llevó de una crisis a otra hasta que perdieron su patrimonio.

            Al final del segundo acto se nos presenta con una revelación que hará que los Kim reevalúen su posición y tomen ciertas decisiones que llevan directamente al desenlace, por lo que me abstendré de comentar más al respecto para no arruinar la cinta a quienes no la hayan visto.

            En suma, Parasite es una obra excelentemente ejecutada: la música, el diseño de producción (la casa fue construida exprofeso para la cinta, diseñada por el propio director), las actuaciones, la fotografía. Pero lo que más me atrajo es sin duda el guion (también del propio Bong Joo-ho), que desplaza constantemente el tono y va del drama a la comedia al thriller con una facilidad sorprendente. No obstante, dichos cambios de tono no se sienten forzados, no están al servicio de la evasión momentos dramáticos (por ejemplo cortándolos con comedia), sino que surgen orgánicamente.

            Antes de cerrar, quisiera hablar sobre un grave problema a la hora de entender esta película, uno que tiene que ver con la traducción del título. Como mencioné, el nombre en inglés de la película es Parasite, o sea “parásito”, en singular, mientras que en español se tradujo como “Parásitos”. Esto es un problema porque el título está ahí como una invitación a reflexionar sobre quién es el parásito en la cinta. Se trata de una pregunta que debe resolver el espectador.

            Al traducirse como “Parásitos” (en plural), el título pareciera aludir a la familia Kim.

            Esta interpretación es la más obvia y no carece de fundamento en la cinta, pero es también cuestionable.

            Los defensores de dicha interpretación se basan en el hecho de que la familia Kim roba wi-fi, vive en un submundo de pobreza y marginación y “chupa la sangre” de la familia Park, lo mismo que un parásito. También es verdad que la propia señora Kim compara a su esposo con una cucaracha que saldría corriendo de la casa de los Park cuando encendieran la luz.

            Y es verdad que los Kim viven de los Park, pero es también cierto que no les quitan nada que no les sobre. No son parásitos chupa sangre porque nada de lo que le quitan a la familia Park les hace falta de verdad. Los Kim se contentan con un sueldo a cambio de un trabajo (bastante duro, por lo demás) y con poder beber y comer un poco de la magníficamente provista alacena de los Park.

            Por contraste, quien habla todo el tiempo de límites entre uno y otro, quien guía su vida de acuerdo a una idea rígida de una jerarquía social, pero constantemente cruza esa línea con su lógica contractual, es Park.

            De hecho, yo pienso que el parásito es el señor Park: un ricachón que hizo una fortuna en el negocio de la tecnología, que despide a sus empleados por causas menores y sin darles una explicación ni una indemnización, que chupa el tiempo de los Kim, importunándoles con varias exigencias intempestivas, que les quita hasta su dignidad, siempre apelando al dinero que puede pagarles a cambio, un parásito que obtiene todo de todos los que le rodean pero que no da nada a cambio.

            Recomiendo la cinta para que cada quien se haga su propia opinión, pero advierto al espectador que el título debe ser tomado con un grano de sal.

 

Esteban Govea (1988) es un poeta, narrador y guionista guanajuatense radicado en la Ciudad de México desde 2006. Es licenciado y maestro en filosofía por la UNAM, con especialidad en estética. Estudió guion de cine en el CCC. Es autor de Sexto sol, La música cósmica y La poética robot, todos ellos disponibles en Amazon.

 

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