Qué tanto compramos… por Alarconda

Seguramente han escuchado la frase dominguera "hasta las patadas gratis".

¿Por qué tendríamos que aceptar ridiculeces baratas como la agresión en contra de nosotros mismos?

Sencillamente porque vivimos en una sociedad donde las mediocridades las tomamos como agua bendita.

Recién egresado. Pago como alquiler de Don Todólogo, ofreciendo más vida en el mundo laboral que en el personal.

Si terminamos una relación amorosa con alguien. Más que soportar llamadas y mensajes sin ningún fin más que el de molestar, seguir con el jueguito qué ¿tres, seis, doce meses?

Que si un sacerdote encuentra el momento "oportuno" para enseñarle a un infante catequista el jugueteo sexual, la iglesia se hace de la vista gorda y los católicos también.

Los créditos hipotecarios de las dependencias de gobierno. Una vivienda con 55 metros cuadrados. Imagine usted una familia de cuatro habitantes donde el único sostén económico es la figura varonil; amarran con pagos a la medida; sí, a la medida que la vida se les va ahí, así, pagando.

El abuso de combustible. Sí. El tema a los  dieciocho días del glorioso dos mil diecinueve.

Posiblemente mi sobrino con dos hijos, habitante de Hidalgo, trailero, hubiera estado ahí y sí hubiera muerto como los otros ¿cuántos dicen, 83? Sabemos que la suma asciende a más.

¿Y qué hubiera pasado? Por mi familia una pena indiscutiblemente, y por los que se sumergen en los adulterios de la información barata, basta con una típica broma memera o con un título compartido de "eso les pasa por ratas". Hubiera tenido que soportar con mofas y burlas, así como las familias que realmente lo hacen.

¡Seamos más humanos!

Hubieron niños, amas de casa, taxistas, estudiantes, eran personas que en cualquiera que haya sido la razón del por qué estaban ahí, perdieron la vida.

Más que estar en protesta en contra del sistema que hace que este caos inhumano se mantenga, nosotros mismos podríamos ser nuestro sustento emocional por así llamarlo.

Pero no es así.

Preferimos culpar a nuestra periferia y con eso conformarnos con las ridiculeces que nos venden, que aceptamos, que consumimos.

 

Ilustración por Alarconda.

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