Escribiendo me reproduzco. Una y otra vez. Escribo para hacerme existir. Este cuerpo físico no es suficiente para demostrar que estoy aquí. Aquí estoy, repasando los bordes de mi ser con palabras, estirando mi perímetro con palabras. Escribo para empujar lo otro, para que las palabras no le dejen espacio a nada que no sea yo. Me expando, porque si no lo hago podría hacerme pequeña. Escribo para que el mundo no me coma, ese mundo al que pertenezco sólo porque no le pertenezco. Escribo para expulsar lo que no soy. Trazo mis confines con palabras porque si no, lo que no soy, eso que está afuera, se encargaría de definirme. Me existo cuando me escribo, y nada más. Soy por las palabras, por sí sola soy nada: más caca en el desagüe. Escribo lo que nadie más ha escrito porque estas palabras ya no le pueden pertenecer a otro. La palabra “palabra” en mi boca no es la misma que en cualquier otra. No soy alguien más que yo, pero esto no podría ser así si no lo escribiera. Hola. Estoy aquí, debajo de estas letras que lees. Aquí estoy yo, y te veo, leyéndome, y reconociendo que hay alguien que no es más que esto. Divina resistencia de ti, cualquiera que tú fueras. Las letras, una a una, me construyeron. Aun lo que odio ser está aquí, existiendo sólo para enunciar eso: que existe, sólo para enunciar “no soy tú”, para decir “yo soy esto”.
Soy más estas letras que las entrañas de mi cuerpo, totalmente desconocidas para mí. Las palabras, mis palabras, son mis vísceras verdaderas.