Las siguientes líneas son reflexiones de un historiador que toda su vida ha usado transporte público y producto de ello ha pensado en diferentes trayectos. Otra forma de movilidad urbana.
Las ciudades en México están repletas de automóviles, hay una sobrepoblación de ellos y cada día las principales fábricas siguen produciendo miles de nuevas unidades para consumo. El proceso de producción de un automóvil genera contaminación de mantos acuíferos y desechos varios que no se reciclan adecuadamente. Una vez puesto en circulación un carro es una fábrica de distintos tipos de partículas contaminantes durante toda su vida “útil”.
Nuestras ciudades están repletas de ellos y las nuevas vías de comunicación (al menos en Latinoamérica) se hacen en función de éstos. La prioridad que se le da al automóvil en las ciudades invisibiliza a las bicicletas, al transporte público y a los peatones; generando con ello un pésimo servicio público, con unidades que no son adecuadas para dar un servicio de calidad a los ciudadanos que todos los días hacen uso de camiones o peseras para llegar a sus lugares de trabajo, educación u ocio. Por otra parte, no hay rutas adecuadas para bicicletas y las que comienzan a construirse generan encono con los automovilistas o no reciben el suficiente mantenimiento y a los pocos meses las vemos deterioradas. Las personas de a pie son las últimas en la lista de prioridades de movilidad urbana en ciudades que están siendo pensadas para automóviles, teniendo que salvar múltiples obstáculos para llegar a su destino, como por ejemplo: inseguridad, puentes anti-peatonales mal construidos, carriles de alta velocidad y banquetas en mal estado.
El transporte público que merecemos
Priorizar el transporte público es necesario para pensar en una “nueva ciudad”, imaginemos qué transporte tenemos y cuál merecemos. El transporte público actual es caro y tiene unidades en mal estado debido a que muchos conductores de camiones urbanos le trabajan a un concesionario, sus sueldos no son estables y en la mayoría trabajan más de 8 horas al día e, incluso, algunos lo hacen todos los días de la semana, generando distintos tipos de estrés laboral que, en último lugar, es transmitido de una forma u otra a los usuarios. Además, los concesionarios mantienen las unidades en mal estado, compran unidades que ya están en desuso en ciudades más grandes o no les interesa darle mantenimiento. Lo que paga el usuario va en gran porcentaje para el concesionario, la compra diaria de combustible o refacciones y, por último, la paga del conductor.
Es necesario replantearnos la necesidad de municipalizar el transporte público para que la ciudadanía a través de comisiones o consejos pueda administrar las rutas, el costo y el mantenimiento. En esa sintonía utópica me gusta imaginar un transporte más ecológico y económico, mucho podemos aprender y adaptar de ejemplos que ya funcionan en el país como los trolebuses de la Ciudad de México, los tranvías o los trenes urbanos; transportes que han demostrado ser menos contaminantes y más económicos, mejorar las unidades al tiempo que se hace una amplia campaña de educación tanto para los ciudadanos como para los conductores, dotar a los conductores de mejores prestaciones y horarios laborales más cortos. ¿Por qué no pensar en autobuses, peseras o camiones más incluyentes, con perspectivas de sexo y género, diversas? Ya que uno de los problemas cotidianos a los que se enfrentan las mujeres en los camiones es al constante acoso en distintos niveles.
Repensar las ciudades y adaptarlas a las nuevas necesidades sociales, es más que necesario en nuestra época, ya que estamos ante una gran cuestión central: o cambiamos de fondo o nos enfrentamos a una gran catástrofe medio ambiental sin precedentes.
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