Sadistic Pandemonia (Cuarta entrega) Por: Santino López Marín

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— Alessa, dame un minuto. No estoy aquí para matarte, solo queremos hablar, eso es todo.

— ¿Cómo sé que no me vas a ejecutar? —pregunté con miedo.

— Ya lo hubiera hecho. Conozco esos movimientos; son del ejército israelí y tú no perteneces a él, ni tampoco eres una asesina. Sabemos lo que tienes y podemos ayudarte.

Dudé un poco. Estaba apuntando con mi arma mientras Dan seguía cargando en mí.

— No les hagas caso, yo sé de esto —dijo Dan susurrando dentro de mí—. Ponte los lentes.

Llevaba unos ligeros marcos cerca de la sien. Rozé uno de esos pequeños marcos con la yema de mis dedos y unas micas negras se deslizaron sobre mis ojos.

— Vamos, Alessa, no queremos lastimarte —dijo la líder, extendiendo la mano.

Un destello demasiado intenso explotó desde el cuello de mi chaleco, aturdiendo a la líder. Esto me dio suficiente tiempo para escapar.

— ¿Quieres acabar con ellos? —preguntó Dan.

— Sería fácil —dijo otra voz. Era Rickon, otro que había sufrido el mismo destino que Dan.

— Podemos infectarlos a todos de una sola vez en el punto más profundo — esa era Tak, otro de mis encargos.

Me detuve mientras corría. Todas esas vidas extintas estaban a mi lado. Ya no tenía tanta droga en el sistema. No podía ignorarlos más. Sentía unas ganas infinitas de llorar por su maldición, por mi culpa. Pero a pesar de todo, muchos me entendían y me daban ánimos. Creían en mí.

— Hagámoslo —zanjé.

Encontramos una consola más poderosa que la mía, utilizada para la seguridad de la matriz. Yo la elevaría al siguiente nivel.

— Todos esos cascos están conectados a la matriz. Puedes destruirlos, solo tienes que conectarte a uno de ellos y el virus hará el resto —dijo Dan.

— Lo sé, bebé —le sonreí.

Se cargó mi punto de entrada habitual. La entrada al edificio de siempre. Entré y comencé a abrir las conexiones. Cada uno de los puertos era como las puertas de los departamentos del edificio. Había miles. Tenía que apresurarme. Después de varias puertas con números seriales idénticos, encontré una en particular que decía “v-laneTraya”. Ese era el objetivo.

Al entrar, vi un espacio blanco gigantesco con columnas igual de enormes que estaban llenas de datos, todo su conocimiento, todos sus recuerdos, pero lo más importante era un flujo que conectaba a sus recuerdos. Estaba dentro de la líder de Vanity Lane. Era una mujer joven, y no estaba sola. Como ella, había otras dos igual de capaces y posiblemente más fuertes. Me ocuparía de ellas después. El virus emanó de mi mano como si fuera agua, mercurio. Al concentrarlo, se separó de mí hasta formar una esfera y luego se endureció como una bola de billar. No reflejaba nada, era más bien como un agujero negro… y lo dejé caer.

Era hora de regresar lo más rápido posible. Corrí hacia la puerta del edificio, bajé las escaleras tan rápido como pude para salir, pero entonces esa voz…

— ¿Ya te vas? —me dijo él.

— Brent, no, ahora no, por favor. Te dije que si me querías dejar, que me dejaras.

— Mira, yo quiero estar contigo, pero parece que tú no quieres estar conmigo —dijo él, intentando dar lástima y sujetándome muy fuerte del brazo.

— No tengo tiempo ahora. Mañana lo arreglamos —le respondí. No tenía la voluntad suficiente para confrontarlo.

— Brent, déjala en paz —dijo Dan.

— ¡Lárgate de aquí! ¡NO! ¡NO! ¡Por favor, no! ¡Ya detente! —gritaba Brent—. Voy a marcar tu maldita tumba.

— Alessa, lárgate de aquí; yo me ocupo de él.

Dan y Brent eran los mejores amigos hasta que Dan apareció en mi vida. Cuando Brent se enteró de lo que sucedía, intentó matar a Dan. Antes de que eso ocurriera, tomé una decisión para evitar más sufrimiento. Eventualmente, me hice cargo de Dan.

Me desconecté de la consola.

Al incorporarme, esperaba ver a todos, pero sólo estaba Dan, como siempre.

—Cuidado con Brent. Si te mata ahí dentro, quedarías anulada y vivirías en un limbo. Nosotros somos sucias copias de conciencia, pero tú eres una conciencia original…

—¿Alessa? —alguien interrumpió.

Un hombre trajeado con una ametralladora en mano había entrado al cuarto. Era el verdadero Dan. Mi Dan lo volteó a ver y desapareció como si tuviera interferencia.

—¡Dan!

Me llenaba de emoción y de rabia. Me daba gusto ver que estaba bien, pero quería molerlo a golpes. Hice lo segundo. Él me detuvo.

—¿Qué has hecho? —fue lo primero que me dijo Dan.

—¿Qué? Bueno… —hice una pausa, entendiendo lo que pasaba— ¿Estás vivo?

—Tienes que volver a conectarte…

—No, ya hice lo que tenía que hacer…

—Esos cascos están conectados a millones de nodos en el mundo. Puede que hagas más daño que veintinueve cabezas nucleares en el ecuador —me advirtió Dan.

Lo pensé un poco, no quería hacerlo, pero regresé a la matriz, a mi punto neutro.

El virus había sido inyectado y se estaba propagando. Los miembros de Vanity Lane estaban agonizando, revolcándose en el suelo. Se habían arrancado los cascos que estaban conectados a sus conexiones craneales. El virus «Sadistic Pandemonia» mata de una manera agonizante a su portador. Hay dos tipos de portadores: Alpha y Omega. Los «Alpha» contraen el virus, pero no mueren, solo son portadores, esto es por presentar una evolución en las conexiones neuronales. El efecto secundario es una verdadera maldición. Y los «Omega» son los que mueren, contraen el virus y agonizan por minutos. Los nervios se les empiezan a quemar, todos sus sentidos comienzan a morir al punto que un infarto cerebral los libera de su agonía. Se propaga como virus de computadora, pero afecta tanto a aumentados como a no-aumentados.

Ahí ya me esperaba alguien. Era una mujer de cabello castaño y ojos grises. Me dio un golpe directo en la cara.

 

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