NOCTURNO
Estoy atrapado aquí… El aguanieve gotea afuera, fangoso…
Para saber nada otra vez, debería haber otro método.
Una lámpara de gas hay, luego no hay.
Un alcohólico cruza la plaza entristecida.
Penetrando en la humedad profunda, el pueblo duerme.
Emparedada entre fríos muros, ella duerme también… quizás.
Casas de acero, casas de ladrillo,
y todas las puertas cerradas.
Escaleras arriba, el quieto tararear del piano
golpea como un saco sombrío las nubes, mi sombra.
Está chorreado hielo derretido.
Nieva sin parar.
Junto a la ventana, en un vaso,
una rosa amarilla mira hacia abajo.
NOCTURNO
El otoño su toca su música
con la voz de un flautín,
las dulces notas de una gaita,
el tono de un violín…
y los acordes de un piano mudo y perdido:
una marcha funeraria sin fin
a través de la noche que suspira.
NOCTURNO
Vagabundeo en la ciudad sumergida en negrura.
Las campanas tañen menos por la noche.
Es la hora de los pensamientos amargos.
—Silencio. Es la hora de la cobardía…
Te abandonas al vacío de la soledad,
fugitivo del mundo. Oh alma, siempre
es para perder la hora de lágrimas amargas.
—Escucha. Es la hora de la cobardía…