Fotografía cortesía prensa FIC
A diferencia de los días anteriores, la Alhóndiga durante el primer jueves del XLIV FIC se sintió un tanto desierta, aunque no por falta de interés, sino por las amenazadoras nubes grises que rondaban el cielo.
Una alfombra de variados paraguas fue la audiencia que dio la bienvenida al Ballet de Jalisco cuando se abrió el telón y todo en el escenario era contrastantemente soleado y jovial, así como los rostros más que sonrientes de gitanos, campesinos y aldeanos.
“Don Quijote” se llamaba la obra dancística que el ballet jalisciense representaba, pero fue hasta media hora después, luego de cortejos y malentendidos amorosos entre jóvenes humildes, adinerados señores, toreros y majas, que el esperadísimo hidalgo y su fiel escudero se unieron a la escena.
Aunque llevaba en la mano una lanza y vacía de barbero en la cabeza, este Quijote sobrepasaba con considerables centímetros al resto de los personajes, pero no resultaba imponente ni entrañable. Junto con su falsamente obeso acompañante, Don Quijote tomó asiento en el pórtico de una hostería y complacido observó los graciosos enredos de amores, en especial el de la hija del hostelero tenaz para defender su amor y negarse con ingenio a un arreglado casamiento.
Al terminar la primera parte de la función, las cortinas se cerraron mientras los bailarines, como si la vida nunca parase, daban giros tan alegres como sus semblantes. Pero gran parte del público no fue tan feliz ni optimista, pues se dejó vencer por el agua que, aunque constante, no pasó de ser una suave e intermitente llovizna.
De nuevo se abrieron las cortinas y después de un rápido coqueteo con los gitanos, el Quijote tuvo su famoso enfrentamiento con los molinos quienes fueron mucho más temibles y aguerridos que el noble caballero. Vencido, el señor de La Mancha disfrutó de un sueño lleno de mitológicas beldades y luego de muchos intentos sin éxito por asirlas, despertó de nuevo en la aldea para ser cómplice y gallardo defensor de los jóvenes amantes.
En un ballet que lleva su nombre lo más lógico sería pensar que el Quijote se mostraría en una faceta danzante, pero esta vez el ballet de Jalisco, dirigido por Dariusz Blajer, optó por evidenciar la bondad quijotesca con la cual cedió su protagonismo, de la misma manera como ocurre continuamente en la narración de Cervantes, y contemplar con embeleso o con impotencia que lo mueve a la lucha la vida de otros andantes.
En esta ocasión el Quijote, junto con un pequeño público muy satisfecho por la amena función, celebró su victoria al presenciar la boda de los esposos con el mismo orgullo del resto de los bailarines cuyos rostros, conveniente para ellos el ambiente y tono de la obra, lucían la felicidad tan espléndidamente como no les era posible expresar en los momentos correspondientes una furia o un dolor trágicos.
Ballet de Jalisco
Don Quijote
Explanada de la Alhóndiga de Granaditas
6 de octubre. 20 horas