Ashley se despertó, aquella madrugada, entre las sábanas del hotel en el que se estaba hospedando; estaba empapada en sudor, intentando recordar todo lo que acababa de soñar, mientras observaba el techo. Apenas llevaba unos días ahí, en la ciudad y en ese hotel. Para ella, no era difícil conseguir financiamiento ahora que estaba trabajando por su cuenta en la industria de la música, apoyando proyectos en el estudio, además de que su contrato con la agencia de Elia algunas veces le dejaba ganancias inesperadas —y, es que, vamos, el mundo del modelaje siempre había tenido trabajo para ella.
Era una chica de belleza sobresaliente, sobre todo, exótica: su acento londinense y su fisionomía de hada le permitían llamar la atención en cuanto entraba en una habitación, además del hecho de que le facilitaban su trabajo; no necesitaba, entonces, exigir algo de la fortuna familiar de los Ravensdale puesto que ahora podía mantenerse sola. Su plan económico consistía en no gastar mucho, a menos de que el momento, el lugar, cualquier circunstancia le obligase a hacerlo. Estaban lejos los días en los cuales no le había importado el costo (pues hubo un tiempo en el que ella no se fijaba en sus gastos), pero prefería callar sobre ello. Sólo se dedicaba, de vez en cuando, a tararear la primera canción que él le puso a escuchar en su automóvil, como si se tratase de un vínculo imposible de eliminar.
Se sentó sobre la cama, sin remover la sábana que todavía cubría sus muslos, al tiempo en que soltaba un largo suspiro. Nunca se hubiera imaginado la separación en Reno, tener que regresar al Strip y a la clínica, a la posibilidad de verlo.
Llevaba algunos días buscando un departamento en la ciudad, cosa demasiado complicada porque los buenos eran caros y los baratos estaban lejos, sobre todo en una ciudad que nunca duerme. Aún así, habló con Elia desde su viaje a Londres y ella le había citado para la mañana siguiente en la oficina; llevaba en aquella habitación solitaria al menos tres días, los cuales le habían servido para reflexionar sobre sus asuntos pendientes.”Deberías contratar a un detective privado”, le había comentado una de las chicas nuevas, pero siempre existía el gran riesgo de que nunca encontraran a la persona o de que surgiera algún impostor, aliado del detective; Ashley había preferido otro camino.
Aunque era de noche, no había oscuridad en las calles; se había hecho a la idea de que ya no dormiría más puesto que a lo lejos se escuchaban algunas sirenas, así que se levantó y se acercó a la ventana: por la calle vagaban algunas personas, ninguna que ella conociera, a simple vista. Tocó el frío cristal con las yemas de los dedos de su mano izquierda.
—Lo pienso demasiado, lo sé. Pero no puedo evitar resolver esto de mil maneras en mi cabeza— cerró los ojos.
Al abrirlos, nuevamente, estaba alguien parado en la acera que se situaba enfrente; una figura masculina, la cual peleaba con un bolsillo del pantalón para poder sacar un encendedor, con el cual logró prender poco más tarde un cigarrillo que sostenía entre los labios; al dar la primer calada, ese hombre alzó la mirada y cruzó los ojos con los de Ashley. Ella dudó, le parecía irreal la escena, pero sintió ansiedad dentro de sí ante tan inesperada acción de ese desconocido. Ambos sostuvieron la mirada, analizando el uno al otro, con cierta complicidad nunca dicha; pareció durar bastante tiempo, pero habrían sido algunos segundos; la conexión visual se rompió cuando pasó por la misma acera una ambulancia. Él siguió su camino, de vez en cuando volteando la mirada hacia aquél lugar, mientras que ella se había alejado de la ventana en cuanto reaccionó con las luces del vehículo.
No había pensado en que no lo conocía, ni siquiera en la posibilidad de que fuera L., pero aunque ese hubiera sido el caso no habría corrido a buscarlo; por otro lado, ahora que se había alejado, se preguntaba si había sido E., aunque terminó por convencerse de que no era nadie conocido y que necesitaba dormir.
En la esquina, el joven sacó el teléfono móvil y anotó la dirección mientras tiraba la colilla del cigarrillo, sin pisarla. El último humo del tabaco se perdía entre los diferentes olores de la ciudad durante la noche.