una ciudad gris
repleta de gente azul
con entusiasmo amarillo
y humor negro
de sueldos que operan
en números rojos,
y amoratan el porvenir
dejando entrever
el verde sudor de los libelos
junto a una conciencia translúcida
–como de patitas de cerdo–
de actitud beata
por años de indolencia púrpura;
también está el blanco ser vil,
el opacado servil
y uno que otro tono humilde
que sobrelleva una vida color de rosa
a meses sin intereses.
así son de vibrantes
y coloridas las ciudades,
y cuando todos los pigmentos
se mezclan
es posible apreciar
la luminosa oscuridad
de la existencia.