X. Fist Por Luz Atenas Méndez Mendoza

 

Había ciertas acciones que derivaban en reacciones favorables y otras que, bien podría deberse al karma, en desfavorables. A Edward, sin embargo, no le agradaba decir que todo había sido el resultado del calor de la ciudad; a ella, por otro lado, le parecía lo más prudente: “no sabían lo que decían, ¿entiendes? Aunque te agradezcan, no quieren confiar en ti, y ese es mi problema… ¡Carajo! Si todo estaba bien antes de conocerte, ahora ya no sé ni qué pensar, ¡demonios!… Entiende que no quiero que lo tomes a mal. ¿Estamos bien? Perfecto, luego hablamos”, todas las palabras volvían a sonar y sonar en su mente mientras estaba recargado en la barra, bebiendo una cerveza.

 

Chris le había llamado antes, también: “escucha, hombre, todo irá bien. Si ella no quiere irse contigo, hay muchos peces en el mar”; pero él no quería a otra, y lo sabía. Mucho había pasado con ella para interesarse por alguien más; mucho había pensado en ella para quitársela de la cabeza tan fácilmente. Y pese a que tuviera planes para hacer lo mismo de su parte, no deseaba pensar en que lo anterior ya había sido demasiado malo. Pero confiaba en su madre: sabía que su madre le diría “si esta chica te gusta, perfecto. No somos nadie para limitarte”, y eso lo tranquilizaba.

 

Recordó la reacción del padre de Jacq cuando lo vio y lo tuvo una vez cerca: “¿este hombre es el que te vuelve loca? Cariño, deja de andar con chicos así”; deseaba haberle golpeado en la cara para que dejara de decir tales sandeces, pero no lo hizo porque quería demostrarle a ese hombre que él era diferente. “No es Oliver”, pero el hombre no cambió su opinión en cuanto a la “mala” elección de su hija. Y, pese a que eso le molestara, él no podía hacer más que esperar.

 

El móvil sonó, dejando ver en la pantalla una notificación de mensaje: “Llámame en dos horas, ¿está bien?”; aunque quisiera, no podía hacer otra cosa. Pidió una segunda cerveza, pero no se la terminó; a lo mucho, habrá bebido poco más del tercio. En seguida, dejó la paga en billetes en la barra, ante el ojo del joven que lo había estado atendiendo y, sin esperar un agradecimiento o algo más, tomó su chaqueta y salió del lugar. Ese pequeño bar en el Mandalay, con un toque irlandés, le había agradado demasiado; esperaba volver al Rí Rá, pero no solo.

 

Una vez afuera, el calor de la ciudad le dio la bienvenida; aunque cayera el sol, era obvio que la actividad en ese punto no cesaba y que, probablemente, estaría en mejores condiciones de llamar a Jacq desde su departamento, con la tranquilidad de no tener que salir si algo no resultaba bien. Esperaba llamarla para que ella simplemente le dijera que no escucharía a su padre, pero luego recordó que el negocio de Jacq en realidad no era de ella y que las escrituras, sencillamente, estaban todavía a nombre de su padre; “podría irme, ¿sabes? Podría juntar el dinero que he ahorrado y abrir otro lugar en otro estado, pero sé que extrañaría la ciudad”, le había dicho una vez ella a él, abrazada a su lado, bajo las sábanas de su cama. Y, por un instante, había sonado perfecto, hasta que apareció ese “pero”.

 

Para él era increíble que ella no pudiera alejarse de las cosas que conocía, aunque lo veía desde su perspectiva: él había llegado solo a un lugar que sonaba bastante atractivo, junto con Chris, pero literalmente no esperaba, nunca, estar con él todo el tiempo. Además, no le gustaba depender de nadie, gracias a su madre: “algún día serás grande, y ese día no nos tendrás a nosotros, y no quiero que lo veas difícil”. Era justo lo que creía que había estado haciendo todo este tiempo: prepararse para ello. Ser un día sólo él y, quizás, alguien a su lado, pero ahora no tenía certeza en la última parte. Le pesaba que Jacq no decidiera separarse de esa relación, más cuando sabía que ella era lo suficientemente capaz.

 

Cuando llegó al departamento notó que afuera lo esperaba Landon.

 

­—¿Qué pasó, hombre?— preguntó Landon, casi como bienvenida.

—Nada, sólo llego a casa.

—Sí, ya veo— Landon desvió un poco la mirada y luego volvió a verlo mientras Edward buscaba las llaves dentro de su bolsillo —, ¿quieres una cerveza?

—Ya me tomé una, pero gracias— Edward se encaminó a la puerta y abrió la cerradura, luego volvió a ver a Landon —, ¿quieres pasar?

—Pensé que no me pedirías que invadiera tus terrenos nunca— Landon ingresó a la estancia y Edward cerró la puerta.

—¿Te puedo ofrecer algo?

—Nah, déjalo. Todo bien, bien —Landon observó la sala y se sentó en el sillón, poniendo ambos pies sobre la mesa ratona que estaba enfrente y recargando su peso hacia atrás, como si conociera el lugar perfectamente y supiera que así estaría más cómodo —, sólo pasaba a visitarte, es todo.

—…— Edward lo miró fijamente —No, no es verdad. Tú nunca haces las cosas “por hacerlas”, debes tener una razón muy escondida en lo profundo de tu retorcida mente— Edward tomó asiento frente a Landon, en otro sillón —. Dime qué te traes.

—¡Ah, bueno! ¡Me has atrapado!— Landon alzó los brazos con las palmas abiertas y luego rió un poco; en cuanto bajó los brazos tomó aire —La verdad es que estoy preocupado. He pasado a donde Jacq y noté que no estaba, así que me tomé la libertad de entrar…

—¿Cómo entraste? ¿Rompiste un vidrio?

—No, hombre, tengo llave. Relájate…

—¿Cómo es que tienes llave?

—Bueno, puede parecer que no, pero soy su mejor amigo y resulta que llegué a vivir un tiempo ahí…— Landon se encogió de hombros, observando cómo comenzaba a hervirle la sangre a Edward, sonriendo de lado — Pero tú relájate. Nunca nada pasó entre nosotros. No tienes de qué preocuparte, niño bonito. Jacq no es mi estilo… Me gustan menos serias… Más animadas… Menos con ese complejo de mamá de “lo sé todo y te voy a cuidar” y más con ese complejo de niña pequeña, pervertible, inocente, como Escritura Sagrada, algo así…

—Sí, te entiendo, eres un pervertido— Edward se cruzó de brazos.

—No, no tanto. Tan pequeñas no. Legales, digo, están bien, pero no conocen mucho, y quiero que sí digan que soy lo mejor de la vida con una buena base, ¿sabes? Que sepan diferenciar, al menos. Que ya se haya jugado un poco en sus terrenos, que…

—Ok, ok, ya entendí— Edward alzó la mano derecha hacia Landon, cerrando los ojos, indicándole que no quería seguir escuchándolo hablar sobre ese tema —, los detalles de tus descaros no me interesan, regresa a lo importante.

—Pues, eso es lo importante. Una vez conocí a una chica…

—¡Landon!— Edward alzó la voz, mirándolo seriamente.

—¿Ves? No eres un hombre normal, hombre. Pero como sea— respiró profundamente —, te digo que fui y no estaba, así que entré y busqué sus papeles. Siempre los deja en una mesita que tiene al lado de la cama, en una caja de zapatos, y algo de dinero. Pero no estaba nada. Pensé que se habría llenado de valor y que ambos huían juntos, fugitivos de la ley, enamorados el uno del otro, como si fueran Thelma y Louise…

—Espera, espera, detente ahí. Ellas eran ambas chicas.

—Sí, pero, bueno, ¿quién se fija en los detalles? Sólo te digo que pensé en ustedes así y, bueno, cuando salí me habló Jacqueline y me dijo que necesitaba verme, pero cuando llegué al punto de reunión no estaba, así que pensé que la habías secuestrado o algo así, pero ya vi que no tienes nada— se encogió de hombros —, y al menos te habría metido unos cuantos golpes antes de que la metieras amarrada a la casa, pero nada. Así que no sé qué pasa.

—Yo recibí un mensaje de ella, también. Hará poco menos de dos horas.

—¿Y qué decía?

—Que le llamara en dos horas.

—Bueno, hombre, ¡háblale! ¿Qué esperas?

—A que se cumplan las dos horas.

—De verdad que eres un bicho raro. Si vinieran mujeres de otro planeta yo les diría que no eres un digno ejemplar de nuestra especie— Landon rió.

—Corta la gracia, que tú tampoco— Edward tomó aire profundamente —, como sea, tengo que hablarle. Mi plan era llegar y hacerlo solo aquí, pero te has aparecido tú.

—Pon el altavoz, hombre. Así no estás tan solo.

—…— Edward miró a Landon con seriedad y se levantó del sillón. Sacó el móvil del bolsillo y marcó, acto seguido se lo llevó a la oreja y esperó el tono —No contes-… ¿Hola? ¿Jacq? Sí… Bueno, en mi departamento… No, solo…— Edward duró un largo rato en silencio, escuchando a lo que le decía Jacq desde el otro lado de la línea; Landon lo observaba con cuidado, como si quisiera predecir las siguientes palabras que diría —Ok, ok, yo iré. No te preocupes— Edward colgó y miró a Landon.

—¿Y?

—Pues que necesito que me acompañes al aeropuerto. ¿Tienes automóvil?

—¿Cómo crees que vine hasta aquí, en UBER?— Landon rió un poco —¿Te llevas algo?

—Sí, todo. Pásame la ropa que está en ese cesto y ponla en bolsas.

—¿Quieres que toque tu ropa sucia?— Landon frunció el entrecejo.

—¿Quieres ayudarme o no?— Edward caminó hacia el cuarto, sacando una gran maleta del armario, en la cual fue poniendo la ropa que tenía en los cajones y la que estaba colgada.

—Lo que hago por Jacq…— Landon comenzó a ayudarle a empacar.

 

Después de hora y media, casi a la media noche, se encontraron con Jacq en el aeropuerto; el clima era agradable y parecía que por fin se solucionarían las cosas. Al verla, no pudo hacer más que detenerse frente a ella y sonreír; Landon, por su lado, iba fumando un cigarrillo desde que salieron del automóvil. Jacq abrazó a Landon y miró entonces a Edward.

—Vamos a Alemania, quiero conocer a tus padres— sacó de su bolso de mano su pasaporte, dentro del cual tenía dos boletos —No quiero estar aquí y no lo necesito. Entregué el club a mi padre y, bueno, es lo que he estado haciendo. Landon tiene dinero, así que se las arreglará solo— Jacq bservó a Landon, quien sólo asintió y dio una calada a su cigarro —Y, pues, de tu negocio, obtuve un buen trato con Chris: se hará cargo él mientras no estemos, pero dice que quiere vacaciones cuando regresemos. ¿Qué dices?

—…Bueno… es más de lo que yo podría haber arreglado, ¿por qué no me dijiste?— Edward se veía confundido, un poco, aunque muy adentro le agradaba la idea de huir con ella y dejar eso atrás, al menos por un tiempo —Podría haberte ayudado.

—Digamos que a veces trabajo mejor sola— Jacq miró a Landon y sonrió —, además, sé que él te tiene fastidiado con su actitud y necesitarás descansar un poco de eso. Pero cuando regresemos, dentro de un mes o dos, espero que ya tenga algo establecido para que ambos podamos estar tranquilos. Sé que es tu sueño seguir en esta ciudad y lo comprendo perfectamente, pero para eso debemos deshacernos de ciertas cosas. ¿Qué dices?

—¿Tú sabías?— Edward preguntó a Landon, observándolo con duda.

—Oye, viejo, soy leal a ella. Cuando estuve en el fondo, en esta ciudad de luces brillantes y droga fácil, bueno, digamos que por eso nos comprendemos muy bien— Landon tiró la colilla de cigarro y la pisó, soltando el humo por boca y nariz.

—Fue mi cómplice para hacerte venir acá.

—…— Edward suspiró y observó a Jacq, poniendo ambas manos sobre sus hombros —Sólo quiero que sepas que eres la mujer más loca que he conocido, y la más responsable también…— sonrió —Y sí quiero que conozcas a mis padres.

—Entonces vayan, Thelma y Louise, sean libres, ¡no hacia un despeñadero sino a las alturas!— Landon alzó los brazos mientras Edward lo observaba seriamente y Jacq reía ante sus palabras —¡Sean libres! ¡Sean libres!— bajó los brazos y le dio una palmada en el hombro a Edward —Cuídala, hombre. La quiero de vuelta en buen estado o la cobro como si fuera nueva.

—Claro, sabes que la cuidaré.

 

Después de todo, una vez en el avión, Edward dejó de hacerse líos mentales mientras tomaba la mano de la mujer que lo había enamorado; no necesitó más palabras de ella para saber que, a veces, necesitaba ser arrastrado por otra persona hacia lo desconocido, aunque no en cuanto a lugar, sí en tiempo y en expectativas.

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