Me elegí para esto, para hablar de mí, y sé que es un acto egoísta y narcisista ante los ojos y oídos de algunos (o todos, no importa), pero ¿me has visto? Soy simplemente extraordinaria y fantástica, como las historias de dragones y princesas que nos contaban nuestros padres cuando éramos niños. Los padres hacen eso frecuentemente, ¿no? Mentir, sobre princesas, dragones, el hada de los dientes, las cuentas, sus problemas o el amor. La cosa es que no lo sabes hasta que tienes la edad suficiente para sacarte el dedo de la nariz, razonar y darte cuenta de todo lo que está pasando. Pero todo aquello tiene un propósito. Las mentiras, digo, porque lo tienen, ¿o no?
En fin, no podemos juzgarlos. Lo dan todo por nosotros, nos dan la vida… y su vida. No recuerdo un día en que mi madre no me impulsara a ser grande, fuerte y exitosa, o que mi padre no me dijera que soy inteligente, hermosa y capaz. Una niña que crece con esas ideas en la cabeza no tiene forma de fracasar en la vida, obvio. Pero por más capaz e inteligente que sea, ¨hasta el espíritu más fuerte puede romperse, con amor¨, el maldito amor… Ese que dicen se encuentra sólo una vez en la vida y hace sentir mariposas en el estómago; dicen que de repente te topas a alguien que es la persona perfecta, la vida se vuelve rosa y tú la más feliz del universo. Puras patrañas.
El amor… el amor es una de esas mentiras inventadas por los papás para darte una esperanza en la vida. Te dicen que no todo es malo y que hay alguien ahí afuera que llegará para estar contigo en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, que va a ser tu amigo, tu compañero… Lo que no te dicen es que también habrá personas que se parecen mucho, que no es fácil identificarlo a la primera, que te puedes confundir, que te van a hacer daño y muchas veces vas a estar triste por la cosa más tonta de la vida, que te van a dar celos y te vas a enojar por pequeñeces e insignificancias, que te van a venir a romper todos tus sueños, planes y esperanzas sin piedad alguna… Pero todo está bien, porque es parte de crecer y tarde o temprano va a llegar el “correcto”.
No me mal entiendan, no estoy en contra de los 14 de febrero y los corazones feos que pintan en sus cuadernos junto al nombre horrible de la persona que les gusta. Es más una advertencia, como las que vienen en las cajas de algo que seguro te puede matar, porque, aunque soy un guerrero Jaguar de sangre guinda y blanca, hubo alguien que con ayuda de Cupido atravesó una flecha en mi pecho y fracturó mi alma. A pesar de eso, basta voltear a verme para darte cuenta de que soy el Fénix y el Quetzal, que soy la brisa que enciende el huracán y que, aunque esté en pedazos, no puedes ni podrás doblegarme.
El décimo sexto año de este siglo se quedó con gran parte de mí y yo de él. ¿Has pensado eso? Somos un conjunto de todo lo que vivimos y de las personas que nos acompañan en este camino horrible y lleno de baches llamado vida; esas cosas que se quedan, que penetran en tu ser y te hacen ser diferente. Gracias a esto, a todos los que estuvieron para bien o para mal, es que soy tierra y viento: aprendí a aferrarme a lo que amo, a soltar y dejar ir lo que no me amaba. Soy poder y gloria: un gigante invencible al que una flecha envenenada no podrá atravesar nunca más.