Yo en tercera persona: Lo complejo.
Mientras escucho los espectaculares acordes de bajo con “delay”, tocados por Justin Chancellor en Pneuma, me veo a mí escribiendo una pequeña reflexión. No sé por qué en momentos complejos tiendo a sobre pensar las cosas, como el bajo en cuestión. Lo que podría ser una línea melódica, o al menos eso se esperaría, sonidos únicos en una sucesión específica, se hacen una línea de progresiones armónicas, sonidos simultáneos que provocan una cierta sensación cuando son reproducidos.
Así yo, en lugar de pensar en una sola línea pienso en varias simultaneas, formando un acorde de pensamiento, y en lugar de dejar el pensamiento claro, o al menos ese conjunto de pensamientos simultáneos colocados en un punto fijo, este grupo de ideas tiene una especie de eco que se entrelaza con las posteriores, combinándose cual delay. Se quedó la resaca de los pensamientos anteriores cuando ya está llegando el nuevo grupo de pensamientos.
Me veo dudoso, casi podría decir que sufro en primera persona, si no fuera porque, en el fondo, disfruto verme así. Claro ese gozo es solo desde yo en tercera persona, el observador. De pronto la guitarra de Adam Jones y la batería de Danny Carey me sorprenden, el pensamiento se hace lineal y tengo que regresar a mí en primera persona otra vez. Pero sé que la aventura continuará…
Yo dirigiendo: La euforia.
Los metales suenan furiosos, brillantes tal como la partitura lo marca “Allegro con brío”; algo que se siente como si fuera yo corriendo a una velocidad que no duraría mas de media cuadra. Pero no estoy corriendo, estoy dirigiendo el poderosísimo cuarto movimiento de la quinta sinfonía con mis audífonos a todo volumen, y seguro de que estoy solo, o al menos, ya tan absorto que no me importa que vean a un enérgico director en shorts, hoodie deslavada y tenis.
Relajo un poco la imaginaria batuta solo para permitirle a las cuerdas una sucesión tenue, y luego volver a atacar en los acentos de las percusiones con los alientos, como si portara un florín en lugar de una batuta. Después, en el suave puente del oboe y el clarinete que adornan las cuerdas como telón de fondo, me balanceo casi imperceptiblemente, solo muevo los ojos; para, al fin de ese puente, volver a puntear ferozmente. Descanso brevemente durante el pasaje lleno de acentos, moviéndome como palmera de lado a lado, y al final llego a un apoteósico desenlace portando, ya para entonces, una cimitarra, cabalgando a galope tendido y decapitando al que se cruce. Que suerte que no me ponen enfrente de una orquesta.
Agotado, bañado en sudor, y habiendo pasado la euforia, recojo los pocos aplausos imaginarios que me da mi escasa audiencia formada por una perra, una gata y una lagartija y, tras un largo suspiro, me relajo.
Viajando con la imaginación: La esperanza.
El teclado comienza con un fondo tenebroso y profundo, es Stationary Traveller. Sobre él comienza la reflexión de la actualidad, notas de la guitarra acústica de Andy Latimer nos llevan de la mano, mientras los sintetizadores y el piano de Ton Scherpenzeel me centran en lo que pasa en ese momento. ¿Qué siento?, ¿Qué pienso?, ¿Cómo estoy? Podría parecer un ejercicio de meditación zen, de hecho, de alguna manera lo es.
Entonces Andy Latimer toma la flauta de pan, o zampoña cómo le dicen los andinos. Con ese sonido comienza la proyección, la idea de futuro, ahora las preguntas son hacia adelante. El miedo al rompimiento simbiótico comienza a aparecer. La corporalidad se deshace. El reconocimiento de la propia humanidad en sus bajezas y sus glorias, en su liviandad, en su hedonismo, en su trascendencia o al menos la intención de ésta. La distancia tan grande entre el deseo y la realidad ¿o tan corta?
Y sumido en ese trance, comienza la guitarra, ahora eléctrica. Al fin entra la batería, con un fade in, simple y potente. Ahora la melodía esperanzadora me catapulta hacia ese éxtasis banal pero satisfactorio de la confianza, de la realización. Siento entonces que aún hay algún paso mas que puedo dar, se puede llegar un poco mas lejos y después ya veremos. Habrá placeres alcanzables, habrá placeres platónicos, habrá trascendencia, o al menos habrá la credulidad de obtenerla, habrá libros, habrá canciones, habrá sentimientos profundos, habrá amor perenne, habrá pasión efímera, habrá café y algún día no estaré, pero no será hoy.
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