El amor es cuestión de tiempo. Bien lo dijiste tú. Repetiste la importancia de esperar y esperar, pero jamás de intentar. Me he encontrado con tiempos indefinidos, a largo plazo, cortos, medianos; midiendo con una regla invisible las palabras que debo usar, las ilusiones contadas que no debo insinuar, y entender que alrededor de nosotros el reloj de arena cae grano por grano, hasta poder amar.
Te he adorado con tu reloj invisible, así como he esperado agitarlo y poder hacer que el tiempo transcurra más rápido. Que un día de aquellos me veas y sepas que conmigo existe una posibilidad, una probabilidad, un futuro. Al esperar, mi corazón ha tenido días donde no se encuentra seguro en ningún lugar, donde pensar más allá es la incertidumbre habitual, la tristeza, reconciliación, escucharte, reconsideración, hablarlo, solución ¡Maldito reloj! Maldigo a la persona que te lastimó, odio mi romanticismo, pero debo darte tiempo con cariño.
Tal vez yo estoy mal, el amor para ti no es una prioridad y yo debo crecer y entender que tú tampoco deberías encabezar mi lista sentimental. Madurar y continuar en la búsqueda de mi propio éxito, contemplarte en planes, pero no como un compañero, sino como espectador. A todo esto me pregunto hoy ¿esto es el amor?, ¿a esto se enfrentan los adultos cuando dan amor?, ¿le confían al tiempo toda la decisión?
Empecé una búsqueda donde me he topado con muros altos, de metal, rocas y otros muy fáciles de derribar. Mis dedos duelen, mis pies sangran, el corazón me grita y la mente me calla. Estoy cansada y derrumbada. Quitarme las ilusiones como reacción a la madurez fue la peor opción. Ahora solo pienso en romper tu maldito reloj.