Garbancera querida,
mucho has trabajado este año,
no porque así lo quisieras
sino porque los humanos te hemos obligado.
No es tan cansado, o difícil,
traer un trozo de tela en la cara:
¡usaría una máscara de hierro
con tal de que nadie enfermara!
Sé que sólo estás cumpliendo
con lo que te fue encomendado,
pero de verdad no es sencillo
ver como muchas vidas se van apagando.
Tocaba probarnos entre todos
y poner la solidaridad en marcha,
pero fue más sencillo convencerse
“¡pura mentira todo lo que dicen que pasa!”
“Yo soy un ser pensante,
y puedo burlarme del resto;
a mí nadie va a engañarme,
y menos el ignorante gobierno”.
¿A ti no te pone furiosa
el ver cómo se sienten superiores,
aquellos que llevan la contraria
pero son detonante de horrores?
El mundo nunca ha sido tan grande,
¿no te parece, huesuda querida?
Esto ha venido a demostrar el argumento
y a volver universal cada pequeña herida.
Hemos visto cómo te llevas
a las personas que más queremos,
y a través de nuestras lágrimas
tratamos de suavizar cada duelo.
El peculiar aroma a cempasúchil
hoy no está embriagando tanto,
ahora todo huele a alcohol en gel,
y los vapores del cloro se están impregnando.
¡Qué complicado lidiar con lo que pasa
sin poder abrazarnos profusamente;
nadie nos enseñó a ser una solitaria casa,
jamás nos ha pasado por la mente!
Si ahondamos en nuestra historia,
jamás te hemos tenido miedo…
Pero mantenemos nuestras reservas
al tener que irnos antes de tiempo.
No habrá un “como era antes”
después de atravesar por esto y aquello,
pero nos toca ser muy valientes
para aprender a vivir de nuevo.
¡Ay, flaca respetada!,
prométeme sola una cosa:
no importa cómo sea que pase
conmigo serás decorosa.
Con gusto he de acompañarte,
si es que así ya está decidido;
sólo déjame repartir miles de besos
entre aquellos que dejo en el camino.
Tómame de la mano fuerte, calaca,
deja que en tu fortaleza me enrede…
porque no es el miedo lo que me lleva
sino el deseo de, ahora sí, ser perenne.