Dallae: la pureza y la felicidad por Joan Carel

La pureza es la fuente de la felicidad auténtica, esa que existe incluso en las situaciones de mayor insignificancia o en los contextos de absoluta decadencia. La felicidad no implica la anulación de la melancolía ni la pena; coexiste con ellas y es su contraste lo que permite apreciar su plenitud e intensidad. La felicidad habita el corazón de una niña tierna y buena, de una mujer; es una diminuta mariposa blanca capaz de llegar a cualquier sitio y vuela proyectada en el espacio hasta volverse tangible: un titerito de papel. 

Este es un relato feliz, la historia de la vida de Dallae, y comienza antes de su existencia con el amor de sus padres. Una pequeña aldea coreana fue testigo del cortejo durante las actividades diarias: lavar la ropa, cosechar frutas, ir de pesca. Entre las sábanas tendidas al sol, un hombre ocurrente y despistado sorprende con un regalo (un par de zapatos que representan el sacrificio de años) a una hermosa, afanada y pura mujer. Las mariposas detienen su trayecto para descansar sobre los tendederos y los dos jóvenes, ahora marionetas, juegan a buscarse tras las ropas, cual mariposas emprendiendo un vuelo: él es un poco torpe; ella, delicada y grácil. Esta es la historia del amor que perdura, el de la familia.

La luz de una lámpara alumbra el interior de una casa pequeñísima, un hogar. Con títeres de sombras se ilustra la alegría compartida en el transcurrir de los afanes y los días, hasta el júbilo por la llegada de un bebé. La vida ocurre entre arroyos, jardines y flores, jugando con el agua y persiguiendo mariposas, sin prisa, con gozo, con sencillez.

De súbito, todo cambia. La guerra se anuncia con estruendosas alarmas y reclama a los hombres de cada familia; la guerra mortal. Sombras enormes de los soldados arrastran a un angustiado padre, desechan a patadas las súplicas de una madre, ignoran el llanto asustado de Dallae, pero su rudeza no puede destruir un hogar.

En el campo de batalla, el alma de un hombre no porta las armas que sostienen sus manos. Su cuerpo, agotado y helado por la nieve del invierno, se oculta entre el abrigo de los árboles. En sus sueños, habita su hijita y en su presencia hay paz. Un guardián mitológico acompaña el vuelo de la niña, un pez azul enorme comisionado a salvaguardar su vida, pues, luego de ese encuentro onírico, a causa de una bala perdida no habrá más.

Lo que una vez fue un jardín, ahora es terreno desierto y sombrío. De color solo quedan los zapatos del cortejo que ahora son una reliquia: la presencia simbólica de quien nunca morirá. Una madre recoge flores y las lleva a su hogar, donde Dallae duerme tranquila junto al río y juega con la tierra; en su risa, la guerra y la pobreza no tienen lugar. La calidez del regazo de su madre, mientras remienda sus viejos vestidos, es única e irremplazable, como la compañía del perrito de trapo que dormita a sus pies. Dallae ama a su madre y a su perro; eso le es suficiente para ser feliz.

Es sorprendente la magia de las marionetas: cómo objetos tan cotidianos, con un poco de ingenio, se transforman siempre en otra cosa; cómo lo inerte cobra vida con un leve impulso de creatividad; cómo, en un fondo negro y con un poco de luz, o inlcuso sin luz y sin fondo, su presencia es inmensa a partir de su pequeñez y fragilidad; cómo son capaces de crear alegría entre los escombros; cómo, aun con la muerte, lo que cuentan no tiene final.

La preciosa carita de Dallae sonríe y sus ojos rasgados contemplan las estrellas del cielo cayendo sobre ella en una lluvia de papelitos. Las mariposas vuelan alrededor y la felicidad habita en su corazón puro, en el cálido abrazo de su madre, en la sonrisa protectora de su padre, en los retratos y las remembranzas de una infancia, en el amor que fue un día y para siempre será… Eso es lo único importante, lo perdurable en todo tiempo y en todo lugar.

Cortesía FIC

 

ArtstageSAN
Dallae Story
20 de octubre de 2022
Teatro Principal

Fotografía: Rodolfo García (cortesía FIC)

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