En la actualidad con los “nuevos medios”, como se les denomina, hemos experimentado un gran cambio en la forma que consumimos literatura. Por ellos, los consumidores, tenemos una gran participación activa y rápida con las obras, modificando y aportando a éstas de una manera casi simultánea con su creación; pero también con la vida de los autores, sus ideologías y discursos más allá de lo que pueden reflejar sus trabajos. Lo que lleva constantemente a los creadores a un enjuiciamiento público como lo es la cultura de la cancelación.
La cancelación tiene como propósito quitarles espacios y apoyo público a personas en su mayoría “famosas”, estas consisten en dejar de consumir el contenido u obras que contengan un discurso o ideología que publica y socialmente no sean aprobados o del gusto de sus consumidores; pero este fenómeno digital es más un escarmiento social que un ejercicio reflexivo de nuestro consumo personal acorde a nuestra ética, esta práctica ha servido para justificar el acoso y discursos de odio, así también como mecanismo de censura que solo es aplicado para algunas.
Un ejemplo es la cancelación hacia mujeres, que en su mayoría se ven atravesados por prejuicios o expectativas de cómo una mujer se debe comportar o cómo debe reaccionar ante una situación. Es decir muchos de los motivos de la cancelación de las mujeres llevan un trasfondo machista y estereotípico que genera violencia por medio del acoso digital y discursos violentos que hacen apología de la violacion e incluso al feminicidio.
Esta práctica de exclusión y aislamiento social ha llevado a impartir castigos que para muchos son interpretados como “justicia” (muy diferente a la denuncia social). Un ejemplo es el caso de J. K. Rowling escritora inglesa de la saga de Harry Potter quien tras emitir, replicar y difundir mensajes transodiantes ha sido “cancelada”. Si por cancelación entendemos el acoso digital, amenazas de muerte e intimidación. A la escritora se le ha quitado el apoyo público por parte de empresas, actores y fans de sus obras, pese a esto siguen generando ganancias y siendo considerados en la actualidad como grandes obras de la literatura de todos los tiempos.
La cancelación no es un método de enseñanza para las personas que son canceladas, este ejercicio tiene como respuesta disculpas falsas, vacías y sin un aprendizaje previo, que se hacen solo para recuperar la aprobación y apoyo social.
La literatura, la separación de la obra y el artista con perspectiva de género
Aunque para muchos este fenómeno comenzó como acciones políticas respecto a qué difundir y qué no, tenemos que contextualizar la cancelación en una sociedad patriarcal que históricamente ha borrado a las mujeres como artistas.
Separar la obra del autor es una idea que se ha esparcido en los espacios académicos, artísticos y públicos. Separa a alguien de su creación para los hombres implica deslinda su vida artística de la acción cuestionable (comúnmente algún delito como el caso de Roman Polanski), aunque su obra sea parte de su ideología, discurso, incluso la razón de su cancelamiento.
Para las mujeres la cancelación funciona de una manera diferente. Históricamente ellas han sido anónimas y su trabajo comúnmente robando, lucrando con él, como el ya mencionado caso de J. K. Rowling, puesto que su obra fue retirada de algunas librerías y ella excluida del especial de HBO. Comparado con Stephen King quien en su obra literaria IT incluye una orgía entre niños, sin que él o su obra sea enjuiciada socialmente.
Se concluye que separar la obra del autor en los hombres sirve para deslindarlos de sus actos y no nombrar sus agresiones, así como no quitarles espacios. Mientras que a las mujeres bajo un antecedente histórico las separa para borrarlas y poder seguir generando ganancias de sus obras sin considerarlas artistas.