Entre foxtrot y baile urbano por Rebeca Lsp

Cortesía FIC

Un poco más allá de los alrededores del centro histórico se localiza el Auditorio del Estado. Esta mole angulosa y gris de la arquitectura contemporánea, ideada por el arquitecto polaco Abraham Zabludovsky, se yergue en medio de una ciudad atiborrada de arquitectura colonial  y parece querer recordarle al lugar y a sus habitantes el paso del tiempo, la evolución del arte y sus manifestaciones, transformando el territorio en un espacio híbrido capaz de anidar diferentes formas estéticas. Es aquí donde algunos de los espectáculos más vanguardistas y experimentales consiguen cabida en el marco de un festival que busca mantener un programa diverso y abierto a propuestas novedosas: el Festival Internacional Cervantino.

No es coincidencia, quizá, que se presente en este emblemático lugar la compañía estadounidense de danza Ephrat Asherie Dance en combinación con la música del brasileño Ernesto Nazareth (quien solía enfocarse en la música de salón del siglo XX y en los ritmos afrobrasileños) y que su espectáculo balancee el pasado y el presente de las tendencias rítmicas y dancísticas afroamericanas.

Antes de comenzar el evento, la compañía anima a reaccionar cada vez que uno se sienta conmovido, sin importar el interrumpir con gritos o aplausos la ejecución. Esta invitación deviene de la práctica del vogue, una de las formas de baile que está por presentarse, donde la audiencia puede participar activamente ―a partir de emanaciones sonoras― en el espectáculo. Justo el primer acto es una especie de cortejo donde, en mitad del silencio, dos bailarines generan ruidos percutivos a partir de golpeteos sobre su cuerpo produciendo la musicalidad que guiará su baile, una verdadera danza musical.

Para la siguiente coreografía, no tarda en unirse el piano, quien emana una melodía semejante al foxtrot, pero que se acompaña con compases de pandero, lo que de alguna manera le da un toque urbano. Los movimientos de las y los bailarines, cuyos vestuarios parecen ser la mezcla entre ropa usada para tango y prendas deportivas en tonos verde oscuro, son muy libres y no atienden a la armonía de la música, aunque sí a un ritmo que va produciendo su cuerpo; la gracilidad y fluidez orgánicas de sus oscilaciones son el verdadero centro de su belleza. Se logra ver una gran coordinación entre todos los artistas, músicos y danzantes.

Conforme el espectáculo se desarrolla, pueden apreciarse sutilmente movimientos del vogue ―baile norteamericano, nacido en los años 80, compuesto por muchos movimientos estilizados que pretenden imitar a las modelos de portada de la famosa revista de la que surge su nombre― mezclados con foxtrot ―tipo de música y baile de salón famosos desde los años 30― y los particulares sonidos de la zamba. Pero, aunque la música no cambia, el desplazamiento de los artistas puede rápidamente transformarse en baile callejero, por lo que de pronto tenemos una escena de breakdance musicalizada por un foxtrot en un vivo interpretado por un grupo de músicos en una de las esquinas del escenario.

Más adelante, sale a escena un bailarín con vestimenta glam y la audiencia, que se ha visto algo tímida en participar, se enciende, pues sabe que lo que viene será una ejecución mucho más sólida del vogue, misma que no se hace esperar. La habilidad del danzante para mover las manos a serpenteante y vertiginosa velocidad es uno de los momentos más destacados de la presentación. Aquí, a diferencia de las piezas presentadas antes, la sincronía entre la música y los desplazamientos es muy precisa. La danza urbana, al acompañar esta música, de alguna manera pretendía honrar y reconocer sus raíces afro.

Luego, hay un solo de acordeón acompañando lo que parece ser un tango; poco a poco, sin variar la música, se transforma en breakdance a manos y cuerpo de una sola bailarina, dándonos otro de los momentos más impresionantes de la función.

Antes de despedirse, la compañía realizó una dinámica con el público: mientras éste aplaudía al ritmo que eligiese, las y los bailarines desempeñaban un baile libre en atención al compás emanando de la audiencia, dejándonos con un buen sabor de boca, tal como pretende serlo la participación de los Estados Unidos, país invitado con quien México está celebrando doscientos años de relaciones diplomáticas.

ODEON
Ephrat Asherie Dance
16 de octubre de 2023
Auditorio del Estado

Fotografía: cortesía FIC

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