Gulliver por Gabriela Cano

Cuando mi abuelo dice que le duele el cuerpo,  me doy cuenta de que en realidad le duele el cáncer. Bromea al decir, por ejemplo, que le corte la pierna. Y a nuestra risa no le sigue un silencio o algo solemne sino el intentar moverse. Cuando era niña me acuerdo que los huesos o las articulaciones me lastimaban y el doctor decía que era porque estaba creciendo. Mi altura se convertía en una enfermedad extraña. A veces imaginaba que me iba a convertir en un gigante igual que Gulliver. Pero sólo me gustaba pensar en subir a Antílope y viajar y saber leer un mapa y usar una brújula. Ahora tengo la teoría de que el dolor es también como esos liliputenses amarrando nuestros  nervios y musculatura. También creo que mi abuelo está creciendo.

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